En el momento en el que el coche pisaba territorio cadaquesenque supe que escribiría un post sobre ello. Al principio, admito, por sus razones negativas; como la zigzagueante carretera que lleva hasta Cadaqués, sus estrechas calles o su repleto camping de escasos recursos (sumado a sus precios un tanto elevados). Sin embargo, esas primeras impresiones pasaron a ser sólo eso, primeras impresiones, en el momento en el que, habiendo montado la tienda, descendimos por el empinado camino hasta el paseo del pueblo.
Allí, Cadaqués, vestido de blanco, se presentaba al mar protegido entre montañas. Barcas humildes (y algunas no tan humildes) reposaban en la orilla del mar calmado a la espera de ser utilizadas. Frente al pueblo, la roca cortante se adentraba en el mar, el cual tras años de idas y venidas había formado pequeñas calitas a sus pies, sólo accesibles para aquellos sin miedo a trepar entre algunas rocas.
Una vez allá, sólo teníamos que sentarnos (con los pies en el agua) y dejarnos llevar por el relajante vaivén de las olas, disfrutando de lo que Cadaqués te ofrece: Un baño en aguas paradisiacas con unas vistas preciosas al pueblo, completado por una tranquilidad que roza lo mágico.
Y sólo ahora, soy capaz de entender realmente aquella canción que aprendí hace ya unos años; aquella que explica cómo un hombre loco que vive en la Empordà cada día dice que a la mañana siguiente se suicidará. Sin embargo, cuando a la mañana siguiente le preguntan, sonríe y dice:
"que no té pressa,
ningú m'espera allà dalt.
I anar l'infern no l'interessa,
es molt més bonic l'Empordà."
"I quan veig la llum de l'alba
se'm treuen les ganes de marxar
potser avui no em suïcidi
potser ho deixi fins demà"*
[…] Cadaqués me sorprendió. Pero, sin duda, todavía tenía más que ofrecer. A pesar de haber quedado sorprendidos con la fachada, sus calas y su ambiente (calmado pero al mismo tiempo animado) quisimos adentrarnos un poco más, investigar la zona o, mejor dicho, perdernos en ella. Y así fue como sucedió todo. Así es como conocimos l’Illa de Port Lligat. Y fue así como lo conocimos a él: conocimos a Don Juan de Cadaqués, el barquero. […]
cadaques es precioso ,de postal y si la compañia es buena ...no te digo mas
Me ha sorprendido mucho tu publicación, simplemente porque yo vivó muy cerquita de Cadaqués.
Te he escrito alguna vez, en algun post sobre Berlin. Me alegro de que te gustase este maravilloso pueblecito de pescadores. Un abrazo desde el Empordà, y felicidades por tu blog , me gusta mucho.