Siento que llevo meses viviendo en otoño. Siento que vivo ya más de 200 días de otoño.
Vivo todavía en un otoño que comenzó en Buenos Aires, allá por marzo, y que me recuerda el mar de Uruguay enfadado. La lluvia y el viento desvocado tirando ramas sobre mí y mi carpa en mitad de un bosque en el parque de Santa Teresa. Recuerdo el principio de este otoño casi interminable con un cariño que me saca una sonrisa. Viajaba a Patagonia (¿con ese frío? ¿con esa ropa? Con cúal si no... ) En mi mochila, apenas unos pantalones cortos, leggins y unas camisetas. Todo era poco, ese otoño me congelaría de frío.
Me recuerdo probándome ropa de abrigo en casa de una amiga que apenas conocía, pero que se haría, desde ese momento, imprescindible en mi vida. Entre risas y miedos. ¿Me voy para Patagonia? ¿Seguro? ¿así en otoño? ¿a dedo? Miro las fotos desde aquí, desde casa, y me congelo de frío. Y eso que sigo en otoño. Pero nada que ver, me digo. ¡Eso sí que era frío! Y es que este año, a mi vuelta a casa en otoño, no pasé frío. No como cuando volví desde Asia.
El otoño nunca se fue en el Noroeste de Argentina ni tampoco en Bolivia, a pesar de la llegada del invierno. Había pasado tanto frío en el sur, que los rayos del sol y las temperaturas positivas me hiceron creer que nunca cambié de estación. Los cactus y el sol. El casi calor. El calendario decía una cosa pero las sensaciones me hablaban de otras. El sol en mi piel, olvidarme del abrigo y esa tierra más rojiza. Agosto podría decir una cosa, pero el clima me invitaba a quedarme en otoño.
Di unos pasos en la primavera, que cuando es temprana, se me asemeja al otoño. Y cuando me quise dar cuenta, cuando ya olía el sol y el color de Buenos Aires y luego Sao Paulo en primavera, tomé un vuelo hasta España. Para continuar con mi otoño. Un otoño distinto, un otoño templado.
VUELVO AL OTOÑO
Sí, siento que llevo meses viviendo en otoño.
Otoño en Peralta significa amarillo, verde y algún anaranjado. Los árboles podados. El (tan odiable) cambio de hora. El atardecer a las seis. Otoño en Peralta (me) huele a lluvia y sabe a pimientos asados. A nueces. El otoño en Peralta se escucha en el ruido del pisotear las hojas que ya se van acumulando en el suelo. Otoño es el tacto de ese jersey de lana que ya se necesita. Las mañanas nubladas, los días grises y las tardes soleadas. Los paseos por el monte, la familia y la tranquilidad.
La calma
Paso mis días paseando por ese otoño del que, parece, nunca me fui.
(Pero me cuesta dejar de imaginarme en esa primavera, al otro lado, con ese sol, ese color y esa gente...
Estar aquí pensando en allá, estar allá pensando en aquí
El cuento sin fin.)
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