Parece ser que todo aquel que se acerca a Luang NamTha es porque tiene intención de hacer un trekking. Y eso era algo que yo no sabía. Y es que a mí eso de pagar por andar siempre me había parecido un poco absurdo. Pero el lugar, la presión del grupo y una prometedora visita a una tribú Lahú donde pasaríamos la primera noche, y unas hojas de platanero para la segunda, consiguieron convencerme.
Y es que tres días por la selva disfrutando, y sufriendo, dan para mucho y me hice prometer que nunca JAMÁS volvería a presentarme al casting del Conquistador del Fin Del Mundo.
El pequeño pueblo de Luang NamTha poco tiene para hacer si no te lanzas a la aventura del trekking. Unas cascadas bastante secas (al menos a finales de mayo), un templo en lo alto de una colina y un mercado nocturno que tiende a lo turístico. Así que en esas, apoyada por una presión de grupo en la que mi presencia suponía un ahorro considerable en su aventura, y la sensación de poder hacer algo único, me lancé a la aventura. Y es que si mi trekking no era ahí, quizás no sería en ningún sitio.
Y aunque, a toro pasado, lo recuerdo como una de las cosas más increíbles que he hecho nunca, admito que hubo momentos en los que me preguntaba internamente si era cierto eso de que yo había pagado para eso, para sufrir. Y me reía de mi yo del pasado, presentándose contentísima al casting del Conquistador del Fin Del Mundo (un programa de la etb2 bastante famoso por las pruebas durísimas de resistencia a la que someten a los concursantes), y me preguntaba qué podría hacer yo en un sitio como ese, si en este momento sólo podía pensar en llorar, en sentarme en una esquina y pedir, que por favor, alguien viniese a buscarme, porque yo.. ¡yo no podía más!
Pero como no quiero que sólo os quedéis con lo malo o con ideas de lo que fue, os resumo brevemente el trekking y mis sensaciones.
Primer día: Trekking de dificultad baja (3-4 horas) y noche en una tribu Lahú
El día comenzó con una visita al baño. Visita que se repitió cuatro veces en menos de la hora que me separaba de mi trekking por la selva. Afortunada yo. Si quería aventura la iba a tener, y si quería ver el uso de la hoja del platanero quizás podría sentir otro más del que pensé en un principio. Cambiando el magnífico desayuno que había planeado como despedida de la civilización por arroz hervido, un Fortasec y un par de plátanos me arrastré con mi mochila hasta el punto de quedada.
Al llegar allí no pude hacer otra cosa que torcer el morro, aguantar la lágrima y sonreir cuando la chica de la agencia nos preguntó si habíamos cogido fuerzas suficientes para los tres días que nos esperaban, porque las íbamos a necesitar. Yo las fuerzas, y perdonadme por la expresión, las he cagado, pensé. Sabedora de la faena que hacía si me rajaba decidí que bueno, que si la cosa iba a peor, siempre exisitiría una forma de dejar la aventura a la mitad. Por supuesto, me equivoqué.
Una vez todos juntos nos llevaron hasta un mercado, algo alejado del centro de la ciudad, famoso por ser punto de comercio entre los pueblos y tribus cercanas. El mercado me alegra un poco el ánimo, aunque determinados olores y vistas me remueven un poco más, si es posible, las tripas. Yo sólo cruzo los dedos para que el fortasec haga su efecto.
Y en furgoneta nos llevan hasta una pequeña tribu que ha sido trasladada a pie de carretera. Según nos explica nuestro guía, el gobierno está trabajando en ello, con la intención de frenar la quema de cultivos y la caza de tigres que ya están en peligro de extinción en la selva laosiana. A cambio, les ofrecen nuevas tierras, educación en cómo cultivar sin quema, un colegio accesible, electricidad y agua corriente. No es de extrañar, que muchas de las tribus se decidan por dejar las montañas y acercarse a la carretera. No es de extrañar, tampoco, la reacción que escuchar la palabra "tigres" supuso en mi estómago. Maravilloso.
Nos dan 3 litros de agua a cada uno y comenzamos la caminata a través de los campos de arroz. Es una caminata sencilla, y aunque el calor aprieta, me pregunto varias veces si será todo tan sencillo como parece y si el dinero que he pagado merecerá la pena. Ironías de la vida. En algo así como una hora empezaría a saber lo que es bueno. Poco a poco nos vamos adentrando un poco en lo que empieza a parecerse a la selva. Y, aunque a penas hace una hora y media que hemos comenzado, el guía y el guía local nos dicen de parar a comer. Quizás después, durante la subida, se pone a llover, y no hay ninguna cabañita donde poder refugiarse a comer. Con unas hojas de platanero, unas cuantas cositas que compraron en el mercado y un buen montón de sticky rice (un arroz muy compacto que se coge con la mano y se hace una bolita que luego se unta como si fuese pan) ya tenemos la comida. El guía, que es un chico majísimo, nos enseña como en la selva siempre hay que ofrecer los respetos a los espíritus y darles algo de comer. Aunque al principio, desde mi escepticismo, me suena un poco a show, la verdad es que a partir de ahora lo harán siempre, y de forma discreta.
Tras comer empezamos a subir. Con el calor, el trekking se hace duro, nuestras camisetas parecen pasadas por debajo de una fuente y las subidas se hacen interminables. Menos mal que es el día de intensidad baja, me digo. Mañana voy a sufrir de lo lindo. El estómago, quitando algún pequeño retorcijón, se porta y me deja llegar hasta el poblado sin tener que improvisar ningún retrete.
Después de todo, no ha sido tan malo. En lo alto de la montaña se encuentra un humilde poblado de casas de bambú. Las vistas son inmejorables. Además de los búfalos, las miradas de los locales y la disposición del pueblo, nos llama la atención unas casas muy chiquititas que están construidas a cierta altura. Según nuestro guía, las niñas lahú construyen estas casas al cumplir trece años, donde pasarán la noche a partir de ahora esperando a sus pretendientes. Una vez el pretendiente esperado, o adecuado, llamé a su puerta ella bajará de la casita y se casará con él. ¿Os acordáis cuando os conté por facebook que los europeos podríamos tener 2 maridos, o dos mujeres? Y es que, parece ser, que cuando una mujer, o un hombre, es muy guap@ puede tener más de una pareja ¡y nuestras narices "afiladas" nos hacen muy atractivos para ellos!
Sin darnos cuenta, el atardecer nos pilla relajados en el suelo. El cuerpo agradece el descanso, los ojos disfrutan con las vistas, y los estómagos están preparados para nuestro primera cena.
La flor del platanero, unas hojas con unos frutos encontrados en el camino, y una salsa de ajo acompañado de sticky rice completan una cena a la luz de las velas. El sol se ha puesto, el silencio cae en el pueblo, y nosotros, sobre unas camas de bambú rodeado de mosquiteras caemos rendidos.
En el siguiente post... el día 2 (el más duro) con noche en un campamento "base" de hojas de platanero y el día 3, vuelta a casa.
[…] El trekking de tres días por la selva de Luang NamTha me había dejado sin fuerzas, y aunque necesitaba un día de relax, de tomarme mi tiempo, de asimilar lo vivido, tomé un autobús que me llevaba a Luang Prabang. Sentía que mi tiempo en Luang Nam Tha ya había terminado y quería un cambio de aires. El descanso podría tomarlo al llegar allá. […]
[…] contaba en el útimo post porqué decidí que Luang NamTha sería el lugar donde realizaría mi primer trekking, cómo de […]