Hace ya más de dos meses comunicaba mi decisión: Lo dejaba todo y cogía mi mochila de 40 litros para irme a visitar Tailandia... y lo que viniese. Nunca había hecho nada así, y aunque hacerlo sola me daba vértigo, tenía ganas. Yo y el mundo. El mundo y yo. Mi mochila, mis miedos, mis inquietudes y mis ilusiones. Mis sueños.

Un mes después, aquí sigo ¿quieres saber cómo me ha ido en estos 30 días viajando sola?

Ya ha pasado un mes desde que cogí la mochila, con el estómago y el corazón en un puño me despedí de todo lo que quería y llegué a Tailandia. Desde la ignorancia sobre todo lo que me vendría encima me plantée algo: me daría mínimo un mes para estudiar la situación, para ver cómo me las arreglaba sola, para descubrirme viajando, experimentando, fallando, disfrutando y en soledad. Una experiencia menor a un mes me parecía poco tiempo para "tirar la toalla", para decir que esto no era para mí y suficiente para volverme diciendo "fue bonito pero suficiente".

HA PASADO EL MES VIAJANDO SOLA, ENTONCES ¿TE VUELVES?

Antes de daros una respuesta, y de paso manteneros leyendo con algo de tensión, quiero explicar las venturas y desventuras que una encuentra cuando viaja sola. Porque ni todo era tan horrible como se lo imagina la más miedosa de tus amigas, ni todo es tan sencillo como lo cuenta el viajero más experimentado. Durante un viaje en solitario hay muchos momentos, algunos buenos y otros peores. Unos malos y otros inolvidables e indescriptibles.

Porque como ya he dicho alguna vez, nadie dijo que viajar fuese fácil 🙂

Supongo que por ponerle un orden a toda esta mezcla de sentimientos que una tiene cuando viaja por primera vez, al menos en mi caso, podría seguir algunas de las pautas que marqué en el post que escribí antes de marchar "¿Y no te da miedo viajar sola?", respondiendo así a algunos de los miedos que tenía antes de empezar el viaje y viéndolos desde una nueva perspectiva, la de ahora.

#MIEDO A DAR EL PASO. EL MIEDO A LO DESCONOCIDO.

El paso lo di una vez compré el billete, lo comuniqué a los seres queridos y lo publiqué aquí. Ahí ya había dado los primeros pasos. El siguiente primer paso vino después, colgarte la mochila y decir adiós, abrazar a tu gente, y decirles que te cuidarás, que les echarás de menos y que les mantendrás informados. Ahí el corazón y el estómago se te hace un puño... sólo tienes que recordar porqué lo haces, y que aunque todo parezca grande, pasito a pasito se va haciendo el camino. Conforme van pasando los días compruebas que sí, que lo mejor es no temer todo de una vez y dividir los miedos en trocitos.

# MIEDO AL OTRO

Aquí, y aunque más de uno se pueda llevar una sorpresa, diré que no he sentido ninguno. Ningún gesto raro, ninguna intimidación, ni una sensación de peligro. Sólo sonrisas, acciones bienintencionadas y manos que ofrecen ayuda. Quizás es que he tenido suerte y he dado sólo con las buenas personas, o quizás es que la mayoría de personas son buenas, aunque muchas veces nos empeñemos en creer lo contrario.

El único punto negativo aquí es que en el hostal de Chiang Mai, Diva Guest House, me robaron la cámara de fotos pequeña. Un pequeño pinchacito de dolor, pues aunque ya tenía algunos años, funcionaba perfectamente y me hacía un papel muy bueno cuando no quería cargar con la cámara de fotos grande. Un pequeño punto que te hace sentir un poquito más desprotegida cuando hablamos de seguridad en los hostales.

# MIEDO A ENFERMAR

Por ahora nada más que un dolor de ovarios, alguna carrera al baño, y lo contrario, en todo lo que llevo de mes. Así que toc, toc, toc, toco madera. Es curioso, pero el miedo a enfermar, que era de las cosas que más me preocupaban pasan a un segundo plano y apenas he pensado en ello.

# MIEDO A ESTAR SOLA

Otros de mis mayores miedos en lo referente a mi viaje. ¿Me sentiré sola? ¿me aburriré? ¿No disfrutaré tanto viajando en solitario como lo hago con gente? Y tras un mes viajando sola os diré que disfruto mucho viajando sola. He encontrado un nuevo hobby en la fotografía, estoy reforzando el placer por la escritura, y me aventuro además a decir que viajar sola me está permitiendo disfrutar más del entorno, de la gente. Viajas más atenta y con los ojos más abiertos. No tienes prisa, ni tienes que complacer los deseos de otra persona. Comes lo que quieres y donde quieres, cuando quieres. Si algo que te interesa pasa a tu alrededor simplemente te paras, observas y, como estás sola, preguntas con una sonrisa. Diría,  además, que la otra persona también está más abierta a interactuar contigo, y es que, al fin y al cabo, una única persona no parece una amenaza.

En el caso de conocer a otros viajeros es tan sencillo como pedirles que te tomen una foto, preguntar si están en tu mismo hostal o preguntar qué harán a la mañana siguiente. En la mayoría de los casos comenzará una conversación, y si por ambas partes hay buen feeling lo más probable es que al día siguiente tengas un plan en compañía. Como es lógico, es mucho más sencillo conectar con alguien que, como tú, está viajando en solitario, ya que ambas partes agradecen un poquito de compañía externa.

Admito también que estar sola tiene sus momentos menos buenos. En mi caso, y sin dudarlo, los momentos malos vienen en ciudades menos turísticas, donde la masa de mochileros no se deja ver tan fácilmente, donde te sientas más sola, y más rara, y donde todo se hace un poquito más complicado. Supongo que eso irá cambiando con la experiencia, con la soltura de viaje y con la búsqueda de nuevas sensaciones. En Pai descubrí que si quieres huir de este sentimiento es tan sencillo como dejarte llevar por la masa, seguir la "ruta establecida", que aunque no está dibujada en ningún sitio, todo el mundo parece conocer.

También sin dudarlo, el peor rato son las noches, o lo previo a la noche. El ratito antes de dormir. Recuerdo con ciertas risas, ahora, la mala noche que pasé en el bungalow de Kanchanaburi cuando éste parecía caerse sobre el río, la noche en Mae Hong Son tras un día sin muchas aventuras y el cómo las hormigas, los mosquitos, las lagartijas e incluso alguna cucaracha parecen monstruos en el interior de tu habitación cuando se acerca la noche.

ENTONCES...

En un viaje largo, y en solitario, viajar se convierte en tu vida, en tu día a día. Controlar el presupuesto, el tiempo, la seguridad y el recorrido que harás a lo largo del país se convierte en tu trabajo, en tu obligación y en tu necesidad. No siempre es fácil tomar decisiones, no siempre es fácil saber qué es lo que tienes que hacer. Pero tienes que hacerlo, y sin ayuda. Tus agobios giran entorno a las necesidades básicas: dormir, comer y moverte, procurando no salirte de tus límites económicos y, además, disfrutar de todo ello. Habrá quien piense que viajar es sólo disfrutar, sin importarte nada más. Disfrutar de la vida, verla pasar. Y yo, tras un mes viajando en solitario, me reiré de aquellos que se rían al leer estas frases. Porque viajar en solitario, y viajar durante un largo tiempo, es mucho más. Y no siempre es fácil. Pero es que nadie dijo nunca que cumplir un sueño lo fuese...

En un mes me han pasado tantas cosas que es imposible acercaros todo de una vez. Como digo, he tenido momentos increíbles y momentos un poquito peores. Sin embargo, estoy feliz. Ahora sé que he tomado la decisión correcta, mi sueño se está cumpliendo y mi sonrisa diaria lo corrobora. De momento seguiré viajando. Ya estoy en Laos y tengo intención de visitarlo entero. Y tú, dime, ¿estarás ahí para que te lo cuente?

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