Y ahí estábamos*, en el parking 2 de la entrada a de Jinshanling, con un plano minimalista de esta parte de muralla y su teléfono apuntado. Y comienza a chispear. Y es que nadie nos dijo que era el día de los muertos, y que el día de los muertos, siempre, SIEMPRE, llueve.
La entrada a la muralla china de Jinshanling nos cuesta 65 RMB, algo más cara de lo que esperábamos (y es que... a los precios chinos te acostumbras enseguida). Al comenzar a andar, el leve chispeo amenaza a lluvia y siendo previsoras compramos un impermeable de cuerpo entero (ahora sí, ya estamos en Port Aventura).
El camino hasta la muralla es empinado y largo. La lluvia molesta, y nos hace replantearnos una y otra vez el motivo de nuestro viaje hasta allí, el viaje en autobús, la negociación y la excursión en coche. Empezamos a mojarnos, pese a los chubasqueros, y todavía no hay rastro de la muralla. ¿Quizás deberíamos volver?
Pero cuando empezamos a sentir que quizás tanto esfuerzo no valga la pena, la muralla aparece imponente frente a nosotras. Es la muralla, la gran muralla, la que se ve desde el espacio...y está frente a nosotras. Por fin. Nos resguardamos en su interior, que aunque hueco, nos da una tregua frente al viento. La caminata ha hecho que entremos en calor así que reestructuramos nuestra ropa, nos quitamos alguna chaqueta y la introducimos en la mochila, dejando ésta por debajo del chubasquero.
A cada lado, una fila de empinadísimas escaleras de piedra esperando ser pisadas, delante nuestra una ventana que nos muestra las montañas ya de Mongolia. Y sobre todo, silencio.
Comenzamos la caminata, emocionadas, contentas, 4 Kilómetros por delante de muralla casi para nosotras solas. Enseguida vemos que no será un camino sencillo, llano, sino más bien todo lo contrario. La muralla es tan zigzagueante y con tantos cambios de pendiente como las montañas que recorre.
Allí donde un valle termina otro comienza, todo aquel trozo de muralla que desciendes volverás a subirlo, y, probablemente, con más desnivel que la vez anterior.
Aquí puede apreciarse el desnivel de la muralla en el tramo de Jinshanling |
Cada vez hace más frío. Cada vez llueve más, por momentos incluso graniza débilmente, y cada vez estamos más mojadas. En cada torreón que cruzamos encontramos sherpas sexagenarias cobijadas de la lluvia que intentan vendernos postales, camisetas e incluso un té caliente. ¡Y pensar que ellas suben hasta aquí cada día! ¡Menudo esfuerzo! (Y ninguna tiene guantes ¡lo que hubiese pagado por unos guantes!)
La vista de la muralla en el tramo de Jinshanling recorriendo sin fin todas las crestas de las montañas te deja, simplemente, sin palabras. La sensación de sentirla nuestra, increíble. Y es que apenas nos cruzamos con 10 personas en todo nuestro recorrido. Sin duda es un lugar mágico, que te transporta a otra época, otros tiempos, y que te hace sentir viva.
Y al fin llegamos a la última torre de nuestro camino. Un camino que nos hizo sudar, pero, sobre todo, disfrutar.
Algunos tramos de la muralla de Jinshaling están bastante deteriorados |
La bajada hasta el Parking 1 de Jinshanling fue tan larga como la subida. Quizás incluso más, ya que empezábamos a dudar si quizás nos habíamos confundido de camino. Sin embargo, delante nuestra apareció un edificio bajo, donde había una cafetería (con wifi) y unos baños. Cambiamos nuestras chaquetas mojadas por las secas de la mochila intentando encontrar un poquito de calor, y aunque no fue suficiente, algo mejoramos.
Y en el Parking 1 estaba nuestro hombre, el negociante, que nos llevó hasta el pueblo desde donde tomamos nuestro autobús a Beijing. Ya en casa, de noche, y dándonos cuenta de que no habíamos comido, descubrimos un sitio chulísimo y baratísimo al lado de nuestro hostal donde nos comimos un cuenco detodoloimaginable por apenas dos euros. Y para muestra, un botón.
* Encuentra aquí el post anterior donde explico cómo llegar a la muralla china sin excursión.
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