- Se sintió horrible volver a casa y ver que no estabas
El sabor de la despedida, el viaje como una eterna despedida.
Por supuesto, el viaje es mucho más. Son bienvenidas, aprendizajes y nuevas experiencias. Emociones, sensaciones y preguntas constantes. Sin embargo, me resuena que el viaje son despedidas. Despedirte casi cada día con un hasta pronto siendo consciente de que la mayoría de las veces se trata de un hasta siempre.
Y no voy a mentir, cuando al principio de mis viajes me di cuenta de esto, lo llevé mal. Me sentí triste, vacía y confundida. ¿Merecía la pena elegir exponerse tanto a ese sentimiento? A la despedida constante, a la duda, a la tristeza y el desapego. La palabra efímero rebotaba en mi cabeza. Viajando todo era efímero. Sonreír, saludar, conocer, indagar, encariñarse, comenzar a querer... y despedirse. Prometer volver a verse. A veces una lágrima, una sonrisa nostálgica, un abrazo, otras mil lágrimas y otras una palmadita en la espalda. Conocer a tanta gente, despedirse de todos. Después de la despedida nos escribiríamos un par de días, demostrando que estábamos vivas. (Casi) Nunca cumplir eso de volver a vernos.
Volverse recuerdo.
Efímero. Todo es efímero. Rebotando como un eco entre mis pensamientos. ¿Merecía la pena?
¿De qué vale conocer si no puedo retener?
Venían a mi mente expresiones comunes. Planteamientos de otros que, imagino, tuvieron antes las mismas dudas que yo. Esos que dicen que el presente es lo único que existe, que el futuro no llegó y el pasado ya pasó. O los que dicen que el presente es una ilusión porque cuando eres consciente ya se fue. Borges decía que somos nuestros recuerdos.
Imagino que todo depende del prisma con el que miras. Y yo, muchas veces, no sé con cuál quedarme de todas esas reflexiones. No sé con cuál quedarme de todas mis emociones.
Con el tiempo, esa desazón que sentía con las despedidas empezó a cambiar. Mutó. Quizás todo era efímero, pero todo era real. Intenso, rápido y fugaz, sí, pero real. Viajo para conocer pero, sobre todo, viajo con el fin de aprender, de cambiar, de moldear(me). De conocer y conocerme.
¿Qué sentido tendría pasar por todos los lugares sin una tristeza al despedirme?
La despedida significa, da valor, importa. Significa que me llevé algo, que también dejé. Significa intercambio, aprendizaje y amor. Con el tiempo, una aprende que no hay para siempre y que el mejor regalo es ese. Tomar, regalar y dejar ir. Sentirse feliz porque el recuerdo te acompañará siempre.
Y, con suerte, si la vida lo quiere, la despedida no será un adiós si no un hasta pronto.
También escribí sobre el sabor de las despedidas de aeropuerto y aquel en el que me preguntaba cuánto duran los recuerdos.
Si tienes algo que comentar... aquí tienes tu espacio