- ¿Sabes dónde está la alfombra?
No tenía muy claro a qué se refería, así que dije que no, sonreí y seguí mirando el paisaje. Escribí algunas frases en mi cuaderno, nada importante. Unas impresiones del trekking, unas sensaciones… Más por disfrutar del movimiento del bolígrafo que por querer contar algo.
- La de Instagram, ya sabes.
No sabía, pero sonreí. Los chicos se echaron un par de fotos, pero, no sé cómo, eran incapaces de encontrar el ángulo. Había llegado hasta allí caminando y subiendo escaleras durante una hora, bajo el calor de Petra, sudando. Cuando vi las vistas del Tesoro, ese que había visto en tantas fotos, me emocioné. Estaba ahí, y todo para mí. Me sorprendió muchísimo, pues me habían dicho que había mucha gente, que había que hacer cola y que, bueno, la "vibra" se iba un poco. Me sentí afortunada. Bebí agua, descansé, dibujé y me puse a escribir. Desayuné.

El tesoro estaba ahí, sólo para mí. De vez en cuando llegaba una pareja pero, segundos después, se marchaba. El trekking continuaba un poco, pero yo seguiría después. Varias personas, al verme escribir, me preguntaron si era periodista, como si pararte en Petra a respirar, sin consumir, sin hacer nada más, sólo pudiera hacerse por trabajo. Dije que sólo escribía, que me gustaba escribir cuando llegaba a un lugar, que me permitía respirar. No lo entendieron y me preguntaron si era escritora. Dije que sí y me reí de mí. ¿Estás escribiendo una novela? Quién sabe, contesté, y me volví a reír.
Los chicos de la alfombra volvieron.
- Al final hemos encontrado la foto de la alfombra. Hemos hecho cola, pero ya la tenemos. Está ahí.
Después de una hora seguí caminando. A cinco minutos una tienda beduina, con sus artesanías, su té y… Su alfombra. Las vistas eran las mismas, solo que más encajonadas, con más gente y con más ojos mirándote mientras sonríes. No lo entendí. Nunca lo entiendo. Después de ver la alfombra recordé haber visto fotos con ese fondo y haber pensado que ojalá esa misma foto, pero en la naturaleza, sola… Sin esa alfombra.
Me pregunté entonces si el viaje se ha convertido en una recreación de lo que ya hemos visto. Si queremos sólo lo bonito, lo reconocible, marcar el check. Poner la bandera. Poder decir, yo estuve ahí.

E incluso sin la alfombra, admito haber disfrutado (como una niña) de haber visto con mis ojos la foto que tantas veces había visto en las redes...y pensar "Vaya foto. Qué bien va a quedar en mi Instagram".

Sin embargo, pese a la foto (hermosa) con el Tesoro al fondo, esta que tan bien queda en Instagram, no puedo evitar pensar que mi foto de Petra es otra. Una que nadie más disfrutará al verla tanto como lo hago yo.

Es la foto del atardecer en Petra, cuando empezaba a refrescar y Halfmoon me prestó su chaqueta beduina. Cuando me enteré de que no tenía que marcharme a las seis, que Petra no cerraba, porque no se puede cerrar una ciudad en la que vive gente.

Es la foto en la que veía, desde las alturas, como la gente se marchaba, como pequeñas hormigas y entendía que madrugar el día anterior no había merecido tanto la pena como merecía ese momento. Estaba ahí, a solas, viendo como las montañas se anaranjaban, con un beduino que estaba dispuesto a enseñarme el parque sobre una mula, sin nadie más. La foto que no encaja en Instagram es ese té con los beduinos en las Tumbas Reales, el Tesoro para mí y ese camino final, de noche, sola, por el Siq.

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Acabo de publicar una novela hermosa sobre unas mujeres que viajan solas y que están inmersas en diferentes momentos vitales. Se llama "Vidas de Gata", puede encontrarse en librerías o aquí, en la página web de mi Editorial Distrito93.


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