De Guilin a Shanghai en tren: ¡1525 kilómetros! Sin duda, tenía que ser una aventura. Y así fue.
¿Curiosidad?
Comprar el billete hubiese sido ya una aventura si nuestro amigo couchsurfer Michael no hubiese estado allí para ayudarnos. ¡Cuánto nos enseñó Michael! Los horarios de los trenes pueden verse por internet, pero comprarlos es otro cantar, ya que únicamente los chinos tienen acceso a comprarlos por internet. Antes de viajar a China leí que en algunos hostales te ayudan con la compra...pero no fue así en el nuestro (Ming Palace International Hostel, y que por tanto NO recomiendo). Así que, si te encuentras con un staff un poco desagradable, quizás no te quede otro remedio, como a nosotras, que ir a la estación.
Para viajar en tren, teníamos 3 opciones: cama blanda, cama dura y asientos, siendo las blandas la opción más cara y los asientos las más baratas. Las camas blandas se encontraban en camarotes de 4 camas, las duras se encontraban de 6 en 6 y los asientos se parecían un poco a los asientos de cualquier vagón español. Escogimos las camas duras, por eso de elegir algo intermedio y por diferentes recomendaciones de otros bloggers, y a pesar de que Michael no parecía muy seguro con nuestra decisión, la aceptó. Las camas duras están en tres niveles y precios diferentes: cama baja, cama media y cama alta. Cómo no, y siguiendo los mismos patrones que para elegir cama, elegimos la cama intermedia.
Conocimos a nuestros compañeros de viaje, que aunque un poco sorprendidos de ver a dos ojos redondos en el vagón, y como es costumbre, ni siquiera saludaron. Y empezó el viaje. Casi todo el mundo a nuestro alrededor abrió las bolsas que les acompañaban y, como si no hubieran comido en 2 días, empezaron a devorar todo tipo de comida. Fruta, té, galletas, ¡y hasta un pato! Sí, sí, un pato cocinado envasado en una bandejita como si se tratase de cualquier tipo de embutido. Pero lo más exitoso eran, sin duda, los cubos de fideos. ¡Y nosotras también teníamos! Cada vagón llevaba incorporado, además de un baño poco higiénico (mucha gente, muchas horas...), un grifo de agua hirviendo. De esta forma, los chinos podían cocinar sus comidas principales: té y cubitos de fideos. El vagón se convirtió, casi sin darse cuenta, en una nube de olores intensos de comida, lo cual, pensándolo bien, supongo que nos vino bien para evitar otro tipo de olores, digamos... más corporales. Nosotras, con mejores opciones que el cubo de fideos disecados, decidimos dejarlo para el día siguiente.
Ver aquel espectáculo tan chino, tan real y surrealista al mismo tiempo, hizo que, sin darnos cuenta, llegasen las diez de la noche, y con ello el gran apagón.
Ya era hora de dormir.
No debían de ser más de las siete cuando abrí los ojos. El vagón seguía en silencio, la gente se movía despacio, y a pesar de que el sol entraba por la ventana, no había sido él el culpable de mi desvelo.
El culpable, los culpables ¡habían sido los olores! ¡Eran las siete de la mañana y aquellos locos ya estaban cocinando sus cubos de fideos! Convirtiendo así ese momento en el peor de mi viaje en tren hasta Shanghái. Mi olfato, mi cuerpo, no estaba preparado para tanta intensidad de par de mañana, así que intentando no respirar demasiado y despertar a mi cuerpo, agité mi café envasado y me comí unas galletas.
Teníamos todavía mucho viaje por delante, todavía nos quedaban unas 6 horas, por lo que decidimos que era un buen momento para entablar conversaciones y establecer amistades. He de decir, y ahí fue cuando me quedó realmente claro, que los chinos no son un público fácil. Tampoco son grandes conversadores. A decir verdad, si yo hubiese estado sola en ese vagón nunca hubiese conseguido hablar con nadie. Pero mi compañera de viaje era bastante más persistente que yo... y a la décima pregunta parecieron empezar a sentirse interesados en contestar. Sumando su poco interés a las carencias del idioma, la conversación parecía perdida. Pero poco a poco se fueron animando. Respondían las preguntas y reían los chistes. Poco a poco comenzaron a preguntar alguna cosa... Nos ofrecieron chicles (¡de pepino!) y unas golosinas, que lejos de ser tal cosa, eran algo parecido a una patata dulce gelatinizada. Supimos de ellos que trabajaban en una importante empresa química china que, además de obligarles a hacer tal viaje pagándoles las literas de arriba (las más baratas) siendo uno de ellos bastante corpulento, les hacía ir al trabajo una vez de vuelta en Shanghái. El tercero en discordia nos comentó que él fabricaba las partes superiores de las latas de bebida (yo que siempre había pensado que eso lo hacía una máquina....), y a pesar de no hablar casi inglés, nos acabó invitando a pasar por su pueblo para comer y dormir en su casa. Parecía entonces, que los chinos no eran tan malos, ni tan ariscos, quizás simplemente algo parados* o tímidos.
Y, una vez más, sin darnos cuenta, el tren llegó a Shanghái. Tras varias indirectas, viendo el problema que tendríamos para conseguir nuestros tickets de tren para Beijing, los químicos, se ofrecieron para ayudarnos a conseguirlos. Y ¡menos mal! No parecía una tarea fácil...
Llegó la despedida, y nosotras, que no cabíamos de júbilo por tener los billetes que nos llevarían a Beijing dos días después, nos despedimos a la española. Cogiendo una a cada uno, les dimos un abrazo y les plantamos dos besos. Los pobres se quedaron paralizaditos del susto...
Sinceramente, creo que tanta espontaneidad les sobrepasó.
Y les dijimos adiós, sintiendo todavía sus morretes bien marcados en nuestras mejillas...Está claro que el concepto de los dos besos no lo tienen muy claro allá por oriente.
*Preguntamos mucho, quizás demasiado para aquellos que guardan su intimidad con tanto recelo. Y la sensación final fue extraña... porque sentí en primera persona lo que ya había oído otras veces; no tienen ambiciones ni curiosidad por descubrir el exterior (supongo que ahí la política del país tiene algo que ver). Al preguntar sobre viajar, volar y visitar nuevos lugares...las respuestas simplemente eran de indiferencia.
Hace unos días escribí a nuestros tres amigos un e-mail. Les envié las fotos que nos habíamos tomado juntos (con bastante retraso, la verdad). Dos de ellos (los químicos) contestaron velozmente y con gran ilusión. Uno de ellos, para mi sorpresa y alegría, comentó las ganas y la ilusión que tenía por viajar a Europa, y ver, con sus propios ojos el estilo de vida de aquí.
hola !! Soy de Argentina, estoy viajando sola a China en abril por un mes y quiero hacer este mismo trayecto pero al revés.. de shangai a guilin.. compraste el billete de tren el mismo dia ? cuanto te costo ? a la vuelta quiero hacer guilin- hong kong .. busque y no hay trenes directos, sabes donde puedo averiguar ??
mil mil gracias, me encanta leerte !!
saludos Carolina.
Carolina, yo fui de shanghai a hong Kong, en tren, tienes que llegar a northway station en shenzhen, después, tomar el metro, como 40 min hacia la frontera con hong Kong, pasas un puente, y listo ya estás en hong Kong, tomás de nuevo el metro en hong Kong que es más caro que el de shenzhen y te lleva al centro directamente.
Que buena experiencia espero este año ir la misma ruta Hong kong Guillin Shangai y Pekin.. mi mente vuela con tus relatos.. Santiago, Chile.
[…] una mayor libertad a la hora de movernos. (Aquí todos los detalles de nuestro viaje en autobús y aquí de nuestro viaje en tren, con el que nos cruzamos 1500Km de una […]
[…] razones, preferíamos alojarnos en Yangshuo, además Guilin era una visita obligada para tomar el siguiente transporte con destino a Shanghai. Así que elegimos viajar en autobús. Si todo salía según lo planificado, el resto de viaje lo […]