Quizás te sorprende el título de esta publicación. Quizás no, ya que el blog no ha estado demasiado activo estos últimos meses. La verdad es que hace tiempo, bastante tiempo, que me pregunto, me dudo y me cuestiono por esto del blog. ¿Por qué lo hago? ¿Por qué debería hacerlo? ¿A quién le interesa? ¿Qué gano yo con esto? Y, a forma de catarsis y enfoque, terminé haciéndome una lista de pros y contras.

Y, spoiler, ganaron las razones para cerrar el blog.

Lo tengo bastante abandonado

Una de las razones principales para cerrar el blog sería esta, la verdad es que últimamente lo tengo bastante abandonado. No sólo por la situación actual, sino que ya viene desde antes. Para tenerlo así ¿no merecería la pena cerrarlo? A partir de aquí, y con esta premisa, salen el resto de argumentos.

Costes de mantenimiento

Mantener el blog anualmente me cuesta unos 120 euros. Poco se habla de eso. Para publicar diez artículos anuales ¿me compensa tenerlo abierto?

No se puede vivir de un blog sin vender (te)

Cuando abrí este blog, allá por el 2014, dejé la farmacéutica con la intención de crear un blog y vivir de él. Creía que todo era posible con esfuerzo y me lancé a ello.

La realidad es que en un año conseguí cifras envidiables (llegando a tener medio millón de visitas anuales). La realidad, también, es que esas cifras daban para pagar el mantenimiento anual (y un poco más). He metido algún link patrocinado, he asistido a algún blogtrip y algún hotel o actividad (como la de ver ballenas en Islandia) me ha salido gratis gracias al blog, pero la realidad es que si no te pones a saco a hacer blogtrips (que no me gustan porque mi forma de viaje es diferente) o a vender seguros de viaje (más caros de los que pagaría) el blog no da. Y a mí me gusta escribir, no vender(te) cosas.

Pero, también es verdad, me he cansado de escribir y no sentirme valorada.

No me gusta el mundo blogger

Aquí una afirmación contundente que todavía no había hecho por escrito. Quizás te sorprenda. Me gusta escribir, me gusta compartirme y me gusta contar historias, consejos e impresiones, pero no me gusta el mundo blogger. Y va, obviamente, algo unido al punto anterior. No me gusta (en muchos casos) lo que cuentan, cómo lo cuentan y qué hacen para ser leídos. No me gusta el postureo y el exceso de redes sociales. Ni el me sigues y te sigo. Los blogtrips pagados y los mil artículos todos iguales.

Una vez estuve en una fiesta bloguera en el Fitur e hicimos hicieron un brindis de tuits. La mayor pretensión era ser Trending topic. Yo en ese momento (que estaba probablemente en mis mejores tiempos de estadísticas blogueras) quise beberme la cerveza (patrocinada) de un trago. ¡Es esos tiempos ni siquiera tenía móvil! ¿Qué estaba haciendo allí?

Masificación de lugares

Conforme mi blog fue haciéndose más famoso (y había más y más blogs en la blogosfera, claro) una duda fue viniendo a mi cabeza. ¿Quiero que este lugar/consejo esté al alcance de todo el mundo? Sé que suena egoísta, pero somos muchos y hay lugares que su magia reside precisamente en eso, en ser prácticamente desconocidos o inaccesibles. Hay consejos que funcionan porque no los hace todo el mundo. Lo que pones en la red se difunde, eso es así. Llevo años guardándome ciertos secretos.

¿Pérdida de foco?

Abrí el blog con las ideas bastante claras. Me daba miedo viajar sola pero quería hacerlo. Lo dejaba todo y me marchaba, empezaba mi primer viaje en solitario. Siete años después, ese viaje queda algo lejos... y así, también, los miedos a viajar sola. No puedo hablar del viaje como lo hacía entonces, porque lo siento totalmente diferente... entonces a veces siento que lo que escribo ya no aporta. ¿Dónde pongo el foco ahora?

Dudas constantes

¿Sigue la gente leyendo blogs de viajes? ¿Buscan descuentos, consejos o un listado de cosas que hacer en la ciudad x? ¿Para qué escribo? ¿Quién lo lee? ¿Sirve de algo? ¿Ayudo a alguien? ¿Tiene mi visión algo especial o simplemente el que cae en el blog cae por estar haciendo algo?

El blog solía servirme de catarsis, de vínculo y de puente. Al crecer crecieron mis dudas.

Ahora no se puede viajar (dicen)

En estos tiempos poco podemos los blogueros escribir sobre viajes.

Estamos cerrados perimetralmente pero los aviones siguen volando. No podemos cruzar de comunidad pero pueden volar los alemanes a las islas Canarias y Baleares. También sé que, de decidirte, podríamos hacerlo nosotras a Sudamérica. En estos tiempos de tantos sinsentidos, viajar (y publicarlo) es otro sinsentido que me crea todavía más preguntas.

Juicio externo

No me gusta sentirme juzgada, criticada o analizada. Algunos dirán que es falta de autoestima y otros exceso de soberbia o egocentrismo. Obviamente el mundo no gira en torno a mí, pero al publicar tus opiniones y artículos en la web pasas a ser criticable. No gano nada con esto, entonces ¿para qué lo hago?

Ahora mismo estoy escribiendo este artículo y me pregunto a mí misma "¿Terminaré por publicarlo?"

Autocensura

El punto anterior me trae hasta este siguiente. La sensación de juicio externo me lleva a autocensurarme, a medir mis palabras y a terminar escribiendo algo más "blanco", más suave y menos íntimo de lo que me gustaría o esperaba. El miedo a volverme viral (sé que la mayoría lo pretende) hace que me coarte a mí misma y muchas veces termine por no contar.

Y en verdad me da mucha rabia porque este blog nació con la idea de contar... lo que, sentía, las demás no se atrevían a hablar.

Tengo 10 razones para cerrar el blog que me corren por la mente... 10 razones con sentido que me dicen que, de cerrarlo, se borrarían las dudas de un plumazo. Y no te olvides de la 11, me dice mi cabeza de forma seria, no necesitas contarlo para disfrutarlo, ya lo tienes demostrado.

Entonces ¿por qué me da tanta pena cerrarlo? Será que hay mucho trabajo y muchos recuerdos, que disfruto cuando lo hago y me gusta cuando, al tiempo, vuelvo a releerlo. Que me llena de orgullo cuando, de vez en cuando, me llega un feedback de la gente o cuando alguien me cuenta cómo leerme le ayudó a dar su primer paso.

Entonces es cuando, a pesar del 11 a 5, me digo que tengo que volver a pensarlo.