Si algo en la zona Oeste de Tailandia merece la pena de verdad es el parque nacional y las cascadas de Erawan. Siete niveles de cascadas con un desnivel  total de 1500 metros, la combinación perfecta entre un buen trekking y un momento de relax. Una escapada de un día imperdible para los que estén por la zona.

Tras inspeccionar la ciudad de Kanchanaburi, visto el puente, los cementerios y el templo chino me dije que yo no duraría mucho en esa ciudad. A pesar de tener los mejores Pad Thai que había probado hasta el momento, la ciudad vivía por y para el turista occidental de pasados los cuarenta. Yo, que presumo de no salir a las noches, sólo pude percibir un poco por encima esa sensación de enfoque hacia el turismo sexual y barato de la ciudad, sin embargo, todas mis sospechas me las confirmaría un mochilero francés que conocí en Ayutthaya. Según me contaba, él tenía tantas ganas de huir de allí que ni siquiera se planteó acercarse al parque nacional de Erawan y sus cascadas de siete niveles. Yo, sin embargo, un poco ajena a toda la vida nocturna de Kanchanburi, decidí alargar mi estancia un día más y viajar hasta las cascadas de Erawan. Cosa que fue un gran acierto.

Llegar hasta el parque es tan sencillo como tomar un autobús muy llamativo, muy amarillo y con "Erawan" escrito en letras muy grandes desde la estación de autobuses. El trayecto son 50 baths y dura una hora y media más o menos que la puedes dedicar a observar con detenimiento el autobús, porque no tiene desperdicio. Como salido del circo de Miliki, el autobús está pintado en varios colores, tienes un asiento muy cómodo al lado del conductor, para aquellos a los que les guste la charla viajera y su parabrisas delantero más que un lugar por donde ver la carretera parece un altar.

Si después de observar el autobús te sobra tiempo, siempre puedes dedicarte a observar a tus compañeros de viaje o a mirar por la ventana, lo más probable es que veas cosas de lo más curiosas.

Y llegas al parque, al que en principio no puedes encontrar ni comida ni bebida. ¡Imagínate a mí, que aún me quedaba en la mochila rosco y medio de anís del pueblo que mi abuela me había regalado con tanto cariño y yo trataba de estirar! Visto el cartel, comí como si no hubiese un mañana, no fuese a ser que los tailandeses se quedaran con semejante delicia. Eso sí, tuve que beber bien de agua para que aquello pasase... todo para comprobar que nadie miraba las mochilas y que lo único que les interesó fue que los extranjeros pagásemos religiosamente los 200 baths que cuesta la entrada. Bueno... pues que me quiten 'lo bailao'.

El parque nacional de Erawan se caracteriza por sus siete niveles de cascadas que juntan un desnivel de 1500 metros. Una vez empiezas a ver las cascadas del primer nivel piensas "como sea todo así... esto va a ser precioso". Pero no todo es como las cascadas del primer nivel, son mucho mejores.

Más altas, más bonitas, más azules... Eso sí, para llegar a ellas tienes que andar, subir y luchar contra el calor, bañada en un sudor, que te hace pensar que tú, en realidad, ya te has bañado en las cascadas.

Tras el nivel dos hay un tipo de aduana donde tienes que dejar la comida y la bebida que lleves contigo. El agua es posible pasarla siempre y cuando dejes un depósito de 20 baths para asegurarse de que volverás con la botella de plástico, algo que me pareció muy buena idea. Lo de la comida es por una razón práctica: los monos. Y es que se supone que en el nivel tres hay una colonia de monos que yo no vi. Así que si quieres verlos... seguramente la forma más sencilla es saltarse un poquito las normas y llevar algo de comida 🙂

Conforme vas subiendo los niveles, la cosa se va poniendo interesante. Los tramos son más complicados, la naturaleza te envuelve por completo y empiezas a preguntarte si el nivel 5, por ejemplo, no será lo suficientemente bonito como para quedarte allí, darte un baño y relajarte. Pero soy navarra, y si de algo tenemos fama es de cabezones... así que, si unos podían, yo también.

Apunto estuve de quedarme en el nivel número seis, donde me gustó una cascada que, además, estaba solitaria. Sin embargo, y temiendo que después me iba a ser mucho más complicado seguir con mi cometido, seguí andando.  Llegar al nivel siete ya tiene su miga, y en un par de ocasiones recibí ayuda de voluntariosos caballeros tailandeses. El primero, que ya bajaba, me marcó un lugar más sencillo por el que moverme, aunque eso supusiese descalzarme y caminar descalza por las piedras, cosa que me hacía gritar internamente de dolor, y que a ellos parece no dolerles. Será la costumbre, que ya tienen callo, o que, como yo, lo interiorizan todo mucho (es broma, yo no lo interiorizaba nada...). El segundo, Best, que se convertiría en mi amigo durante aproximadamente una hora, también subía al séptimo nivel y me ayudó en unos cuantos momentos tendiéndome una mano.

El llegar tuvo recompensa, y la cascada, aunque con mucha gente, era preciosa. Eso sí, en la cascada, además de la gente, había unos pececillos gigantes que parecían bien alimentados a base de piel muerta de los turistas. Era poner un poquito de carne en el agua y tenerlos revoloteando por tu cuerpo. Y oye, que hay quien paga por un tratamiento de estos, pero a mí no me gustó la sensación.

Best, que parecía sabérselas todas me indicó que íbamos un poquito más allá. Descalza, me metí en el agua, con ropa y todo y le seguí. El suelo resbalaba y, tras darles un susto a todos los presentes pues casi me caigo redonda hacia un lado,  cuidando de no mojar todas mis pertenencias, pisando con mis pies descalzos un montón de piedras, ramitas y demás objetos punzantes, llegamos a una cascada preciosa, más silenciosa y con aguas cristalinas.

Y lo más importante, sin peces 'exfoliantes'. Allí, "sólo" dos parejas de rusos se hacían fotos, al puro estilo Pamela Anderson en vigilantes de la playa, bajo la sorprendida mirada de Best.

La bajada, con la ropa mojada (ya que me había bañado "a la tailandesa"), la cosa parecía diferente. Ya no había sudores, ni calores, y todo parecía incluso más bonito. Disfruté de las cascadas del nivel cinco y ya sola, bajé hacia la salida. El autobús que me llevaría de vuelta a Kanchanaburi, esta vez menos esperpéntico, salía a las cuatro y yo... ¡necesitaba comer algo!

Si alguien está interesado, se puede dormir en el propio parque nacional de Erawan, bien cerquita de las cascadas de Erawan. Hay bungalows y un parque para las tiendas de campaña (te alquilan tiendas si necesitas...). Yo, como no sabía si iba a haber gente o no, no me quise arriesgar a que me diese miedito y volví a mi hotel en Kanchanaburi. En el hotel hubo un apagón de luz, una gran tormenta y mi bungalow, que estaba sobre un mini río, estuvo toda la noche moviéndose. No sabéis cuántas veces pensé que seguramente hubiese estado mejor en el camping...

PRESUPUESTO DIARIO: 610 Baths (13'87 euros)

Hotel: 200 bath

Moto taxi a la estación de bus: 30 bath

Autobús al parque: 100 bath (50x2)

Entrada al parque= 200 bath

Comida en el parque= 80 bath (cara para la calidad...)

Ahorrando en...

- Creo que es posible coger el autobús en una parada cercana al cementerio (mucho más cerca de la calle de los hostales), al menos a la vuelta el autobús paró ahí y me pude bajar.

- El camping, alquilando tienda de campaña y esterilla, son 170 (ahorro de 30 bath).