Había sido un día normal, como cualquier otro. No había pasado nada raro. Nada. Ni un golpe brusco, ni una caída, ni un tropiezo. Nada. Y sin embargo, cuando intenté recordar esos momentos guardados en algún lugar.... ¡Nada! Ni un resultado. Sólo tensión.
Había perdido la memoria.
Nunca he tenido una buena memoria.
Aprendo las cosas rápido, y tan rápido las olvido cuando creo que ya no me serán de utilidad. Tengo una de esas que llaman selectivas. Esas que necesitan todo su espacio y borran lo innecesario. Soy capaz de ver una película tres veces y sorprenderme con su final, con sus cambios de guión. Soy incapaz de recordar canciones o diálogos de películas.
Por eso me gustan tanto las fotos. Estáticas. Imborrables. Eternas.
Con sólo un vistazo me trasladan allí, a ese presente que ya es pasado, a unos días que ya no vivo y que sólo existen olvidados en algún lugar de esa memoria ya borrada. Consiguiendo que sonría. Que recuerde.
Y por eso hago fotos, muchas fotos, que deposito cuidadosamente en mi disco externo. Organizadas por años, meses y ciudades. Momentos. Viajes. Y que después reviso. Miro. Selecciono.
Hace un par de semanas, un día normal en el que no había pasado nada, todo cambió. No había pasado nada raro. Nada. Ni un golpe brusco, ni una caída, ni un tropiezo. Y, sin embargo, cuando intenté recuperar uno de esos momentos guardados en mi disco duro.. ¡Nada! Ni un resultado, sólo un aviso en una ventana rectangular que me avisaba del desastre. El disco duro no podía ser reconocido.
Tensión.
Diez años de recuerdos se almacenaban en ese pequeño octoedro que había decidido dejar de funcionar. Dar su último respiro.
Tristeza.
Me acordé entonces de las veces que alguien me recordó la importancia de las copias de seguridad. De mis afirmaciones y promesas de que en un futuro las realizaría.
Ya es demasiado tarde.
Afortunadamente tengo este blog, y un pequeño USB donde volqué algunas de las fotos de mis últimos viajes. También otro disco duro que fue jubilado pero del que borré todas las fotos.
Afortunadamente, la tecnología no nos lo quita todo de un plumazo, y no es tan difícil recuperar los recuerdos de donde han sido borrados. Ese viejo disco duro que ya nunca más pensé utilizar y un par de acciones digitales me permitieron recuperar algunos años de mi vida: 16000 fotos, entremezcladas, sin orden ni sentido aparente. Fotos olvidadas del año 2005 mezcladas con algunas del 2012. Retales desordenados de años pasados.
Y momentos olvidados.
Entre chips que desconozco se perdieron mis fotos de Vietnam, de Malasia, algunas de Indonesia. Mis fotos de Berlín. Y fotos que, por ser tomadas hace tiempo, todavía ni siquiera echo de menos.
Yo, mientras tanto, guardaré aquel pequeño octoedro dueño de todos mis momentos, esperando que la ciencia que arregla estos casos baje sus precios, o que, mientras tanto, ahorre el dinero que cuesta repararlo.
Patri... yo las perdí en el momento en que las estaba pasando del ordenador a la memoria externa.... jajaja A medio camino de la mudanza me salió la ventana del "desastre" y el ordenador murió... :((
Hola, a una amiga le pasó lo mismo y su seguro del hogar cubría la recuperación de los datos del disco estropeado. Pregunta a tu compañía a ver si tienes suerte!
¡Gracias! Lo miraré!
Un saludo!