El tiempo en Tanzania funciona de forma extraña. Las estaciones, los días, las horas y las actitudes. El tiempo en Tanzania pasa, pero de forma rara.
Sin querer queriendo, le busco su parte más lógica, aquella en la que mi mente me dice que será por eso de que está tan cerca del Ecuador. En Tanzania no hay cuatro estaciones, y les maravilla cuando les cuento sobre los cuatro cambios que se producen al año en España. Aquí hay dos: la húmeda y la seca, pero son tiempos tan raros en los que parece que todo está cambiando, que ni los masaais tienen muy claro en cuál de las dos nos encontramos. Aquí los días son siempre iguales, pues todos los días del año el sol sale a las seis y media de la mañana y se esconde a las seis y media de la tarde. Doce horas exactas que no varían (o lo hacen muy poquito) razón por la cual en suajili el día sólo tenga doce horas, empezando a contar a las 7 de la mañana.
Cuando el sol se va, no es como en España (o cualquier otro lugar en el que haya estado) si no que la noche te invade de golpe, rápida y oscura. A las siete ya parecen las 12, sensación que aumenta al no abusar de la luz artificial (y que ésta, además, falla a menudo).
Pero no es sólo eso, me repito. Hay algo más. Es la forma en la que se sienten las horas en Tanzania, el cómo los tanzanos viven el tiempo... haciendo que le explote la cabeza al europeo. Si un frase define Tanzania no sería Hakuna Matata si no su Pole pole (despacio despacio), emblema de orgullo que repiten ante cualquier situación.
Pareciese como si el tiempo no tuviese valor. Las negociaciones con las Boda Boda (las motos), por ejemplo, no se hacen respecto al tiempo que tardarán en realizar un servicio sino, y únicamente, respecto a la cantidad de gasolina. El tiempo no es oro en Tanzania. Cada día, sin hacer nada, volverán a tener doce horas, no así el dinero que no lo consigue quien no lo trabaja. Muchos de los trabajos suponen tiempo y esfuerzo pero con gasto cero, como transportar pesos de un lado a otro.
En Tanzania nadie es capaz de darte una hora de salida o de entrada, los autobuses salen cuando se llenan y el trayecto dura lo que tenga que durar. Nadie parece tener prisa si el autobús se detiene mil veces, si cargan y descargan mercancía, si nos quedamos sin gasolina o si una gallina sale volando del techo y hay que ir a buscarla por la carretera. Si te dan una hora aproximada de llegada siempre estará mal (es probable que tengas que añadirle, al menos, un par de horas). Pero ya lo dicen, "haraka haraka haina baraka" , con prisas no hay bendición.
Una de las cosas más graciosas y que, creo, mejor representan esta disfunción del tiempo en Tanzania fue la que me ocurrió en un hotel en Bagamoyo. Eran las 8 de la mañana cuando, como cada día en los cuatro anteriores, bajé a desayunar. El chico, corriendo y mostrándose apurado, me dijo si no me importaba esperar, que tenía que salir a comprar para ofrecerme un desayuno completo o si, por el contrario, para la espera me sacaba ya pelada la papaya. Contesté que, teniendo café, que no se preocupase... Se fue en coche y volvió a las dos horas (de reloj, porque los españoles seremos impuntuales por regla general, pero tenemos concepción del tiempo). Para mi sorpresa, lo único que me ofreció fueron dos mandazi que, además, parecían del día anterior. ¿Qué había hecho en esas dos horas? Nunca lo sabré.
El tiempo en Tanzania funciona diferente. No sólo en el reloj, sino en la gente. Caminan despacio, se detienen y se tumban en cualquier lado. Es sorprendente las veces que puedes ver las carreteras con más personas que transporte. Nunca nadie parece apurado. Incluso en el trabajo, cuando entras a una tienda es probable que quien atiende esté tirado en la silla, o tumbado en la mesa, se levante despacio, arrastre sus chanclas y, casi sin hablar, te pregunte qué quieres.
No es extraño esperar más de una hora para una comida, un coco o una bebida y que cuando tengan que darte el cambio, que nunca tienen, remoloneen y manden a alguien, caminando a algún lugar para volver, por lo menos, media hora después.
No hay tiempo en Tanzania, o, mejor dicho, hay mucho tiempo y ninguna prisa. Tanzania es el lugar perfecto para sentarte y aprender a esperar.
Y no me deja de resultar curioso estar en un país como éste, aislada y sin opción de salir de él, mientras el resto del medio mundo también parece caminar a ralentí. Quizás es un mensaje, uno que dice que son buenos tiempos para rebajar las revoluciones y preguntarme sobre la eficacia, la eficiencia y la productividad que, tantas veces, nos provoca ansiedad.
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El valor del tiempo y saber disfrutarlo!! Cuanto tenemos que aprender!! Ojalá que esta pandemia y las largas cuarentenas que estamos pasando nos enseñe algo!!Saludos. Paula Alvarez desde Buenos Aires, Argentina
Eso espero Paula. ¡Europa y la productividad!
Un abrazo enorme