Todo está en marcha. Ya tienes los billetes, la mochila preparada y el reloj cuenta las horas para que empiece tu gran viaje. Sólo quedan unos pocos días para la gran aventura y en tu interior comienza una revolución: nervios, miedos, agobios, ilusión, alegría, alboroto y desazón. Una vocecita en tu interior dice que todo irá bien, sin embargo, otra, corre de un lado a otro de tu mente, con las manos en la cabeza gritando ¿Pero estás locaaa? ¿Estás segura de esto? Tranquila, porque esto es el vértigo de empezar un viaje, y es normal.
Dicen que un gran viaje empieza con un primer paso. Dicen, además, que el primer paso es el más complicado. Y es verdad. Hasta ahora, todo se ha basado en decisiones. Romper la monotonía, atreverte a pensar diferente, a soñar despierta e idear ese gran viaje en solitario. Te has decidido a viajar sola, has elegido un país, un destino, has comprado los billetes y se lo has dicho a tu familia y amigos. Pero ahora, a pocos días de que todo empiece... la realidad llama a tu puerta; y con ella los miedos, agobios y los nervios ¿estaré haciendo lo correcto?¿Y si me pasa algo?
No dejes que el vértigo de empezar un viaje te abrume. Sentirás que vives en una montaña rusa, una montaña que pasa de la excitación y el júbilo al miedo y al pánico. Pensarás en todo lo que tienes que hacer y todavía no has hecho. Esas cosas que querías tener preparadas y no preparaste, esos miedos internos contra los que luchaste el día que compraste los billetes y que hoy han vuelto. No te abrumes. Saluda al vértigo de empezar un viaje. Sonríele. Entiende que es algo normal sentirlo e incluso disfrútalo. De verdad. Son sensaciones tan intensas, tan lejanas a tu zona de confort, que son únicas. Mariposas en tu estómago, energía por las nubes, emociones a flor de piel... Ganas de reír y de llorar. Son unas sensaciones que, aunque ahora te agobien, buscarás cuando planees tu segundo viaje (porque estoy segura de que lo habrá).
Y grábate estas tres palabras en la mente. Escríbetelas en la mano o en la libreta de viajera que seguro llevarás contigo: Poco a poco.
No hace falta correr. No hay que adelantarse a todas aquellas cosas que no han ocurrido y que quizás nunca ocurran. Me recuerdo mientras viajaba hacia Barcelona para volar hasta Bangkok en mi primer gran viaje en solitario. Estaba aterrada. No podía parar de pensar en que tendría problemas con el transbordo en Estocolmo, en la aduana con el visado al llegar a Tailandia o una vez en Bangkok al intentar llegar al hostal. Temblaba al pensar todas aquellas cosas. Hubo momentos en los que pensé en echarme para atrás. Lloré. Me enfadé conmigo misma.
Y después entendí que nada de todo aquello había pasado todavía, y que no merecía la pena preocuparse por ello. Al fin y al cabo, si una vez empezaba la aventura algo iba mal o no me sentía cómoda viajando en solitario, siempre podría volver. No tenía que darle explicaciones a nadie. Ni siquiera a mí. Esto lo hacía por y para mí, y si no me gustaba, lo mejor sería volver.
Me tatué entonces las palabras Poco a poco en mi mente. Llegaría al aeropuerto de Barcelona, de allí a Estocolmo, y así... No debía pensar en todas y cada una de las cosas que podían salir mal. Pensaría sólo en las cosas que sí iban pasando. ¡Y no veas cómo se simplificaron las cosas!
Poco a poco: preocuparse sólo por las cosas que ocurren.
Ya casi ha empezado tu aventura, ya estás en lo alto de la montaña rusa; ahora sólo coge aire, levanta los brazos, grita y disfruta del viaje. Lo mejor está por llegar.
¡Cómo me encanta haberte encontrado! Me encantaría conocerte en persona, y hacer una pequeña catársis de todo lo que estoy atravesando desde que decidí irme de viaje sola.
Gracias!
Esto me recuerda mucho al post que escribiste acerca de los días que pasastes en el mosnasterio haciendo meditación.....hasta que al fin la mente se paró solamente en una rama.