En unas horas dejaba Buenos Aires y me ponía camino a la Patagonia. Viajaría a dedo y estaba emocionada. También triste. Tenía miedo. Sentía angustia pero estaba enormemente feliz. Me poseía la nostalgia de un recuerdo que todavía era presente, me agotaba la incertidumbre y me agobiaba tener que hacer la mochila. Otra vez.
Quería gritar, pero sonreí.
En un alarde de valentía, redefiní mis sentimientos en voz alta frente a mi interlocutor, obviando aquellos que eran negativos, y me enfoqué en todo lo bueno que, por supuesto, vendría. Porque a nadie le gusta las personas tristes, ni enfadadas, ni agobiadas o nostálgicas. Porque viajando no puedes sentirte triste, y porque, sí soy yo misma quien tomo esta decisión, no puedo sentirme asustada.
Sonreí una vez más y sumé enfado a las emociones del día. Una pizquita de decepción por no ser coherente y un pellizco de indignación. Respondí mal a una pregunta que no debía ser respondida así y fui consciente de que predominaba la tristeza. Lo supe porque siempre me pasa, y por muy raro que parezca, sé ahora que expreso la tristeza con enfado.
Y soy consciente de esto porque hace ya un tiempo que me prometí no mentirme a mí misma. O, al menos, intentar no mentirme. Porque para qué hacerme creer que estoy contenta si estoy triste, o decir que no me importa algo cuando me come por dentro. Y aunque parece sencillo, es una lucha diaria que siempre gana debate en mi mente.
Con esta promesa, descubrí que me enfado con el mundo cuando debería expresar la tristeza y que cuando estoy enfadada me da por llorar, que cuando tengo miedo prejuzgo y cuando estoy muy feliz me avergüenzo. Un lío ¿no?
Me pregunté porqué. Por qué no lloraba cuando estaba triste y porque no gritaba cuando estaba enfadada. Porqué no río a carcajadas cuando algo me da risa y porque no salto cuando estoy emocionada o tiemblo cuando tengo miedo.
Me pregunté desde cuándo. Cuánto hacía que mis emociones habían perdido su significado y cuánto tiempo llevaban sin dirección. Supuse que hubo una primera vez, que de un día para otro la tristeza se enfadó y el enfado se entristeció. O quizás fue un proceso lento, casi imperceptible. Quizás mis emociones perdieron el sentido entre la niñez y la juventud. Quizás fue durante eso que llaman madurez. Cuando, por fin, entiendes que no puede darte una rabieta, que gritar está fuera de lugar y que llorar en público te hace más débil. Cuando entiendes que llorando "estás muy fea", que nadie conseguirá consolarte y que creerán que no sabes aceptar la realidad. Que hablar de tus miedos te hace más vulnerable y saltar de emoción un poco estúpida, demasiado entusiasta. Supongo que hubo un momento en el que la rabia entendió que nada ganaba gritando, y que llorar era lo único que le quedaba, que la risa se avergonzó ese día que sonó sola en una sala y creyó que sobraba, y que el miedo, en vez de temblar, se escudó en un montón de prejuicios. Porque quizás un día entendió que la desconfianza era mucho más poderosa que él y por eso nadie se reía de ella.
No supe cómo ni qué pasó pero me enfadé con ellas. O me puse triste. Porque ya no lo sé. Por no hacerse escuchar y olvidarse de ellas. Pretender ser quienes no eran y disfrazarse de otras. Por confundirme cada día, y confundir a los demás.
Y grité. (Bajo el agua, porque todavía no he ganado al miedo contra el qué dirán). (Y no, no lloré). Les recordé porqué estaban ahí y para qué me servían. Les dije que las quería. Porque las necesito para comunicar cuando me faltan palabras, para acercarme a los demas y para comprenderme a mí misma. Para escuchar a mi corazón (y mi cuerpo) cuando mi mente calla (o cuando no deja de hablar). Porque no quiero que sean tan indefinidas como los emoticonos.
Las animé a expresarse con fuerza. Como si estuviese sola (o al menos cuando estuviese sola). Porque quiero reírme a carcajadas, llorar lágrimas cuando esté triste y saltar de alegría. Porque quiero hablar de mis miedos, comentar mis enfados y plantear mis dudas. Compartir mis agobios. Y que los demás hagan lo mismo. Porque tengo demostrado que cuando hablo desde adentro, y demuestro cómo me siento, los demás también lo hacen conmigo. Y nos entendemos mejor. Porque todos necesitamos expresar las emociones que tenemos agazapadas, o transformadas, o disfrazadas. A las que no les damos cabida.
Porque las emociones están ahí para ser expresadas. Y si no lo son, buscarán un hueco. Aunque no les pertenezca, en el momento que no les pertenezca y que explotarán de una forma que ni uno mismo sea capaz de entender. Porque no quiero enfadarme de triste y llorar de impotencia. Porque quiero que la gente me exprese cómo se siente para poder entendernos. Que nadie camufle tristeza bajo un dolor de garganta, y que podamos hablar de miedos sin tener que escondernos. Porque es cierto que nos enseñaron muchas materias, que van desde resolver raíces cuadradas a elaborar comentarios de textos, y nunca a gestionar nuestros sentimientos, pero es tarea nuestra empezar a hacerlo.
Q bonita reflexion, me hizo pensar cosas en mi q tambn me pasan.
NO CREZCAIS ES UNA TRAMPA!! eso es una frase q me dijo un profesor que tuve en secundaria, y que a dia d hoy es del que mejor recuerdo tengo. En cierto modo me parece verdad pq mantener el alma de un niño es como ser feliz para siempre, aunque sea complicado.
Patricia MUCHIIIIISIMO ANIMO que eres una mujer que esta ayudando a impulsar los sueños de muchísima gente, es normal que tengamos dias tontos pero como mucho dura 24 h :p
Un saludo y que sigas genial como siempre, un fan tuyo!!!!!!!!
Gracias Pablo! Y totalmente de acuerdo con la frase de tu profesor! jejeje. Deberiamos aprender de los niños a expresar nuestras emociones as'i como a vivir un poquito mas con nuestra imaginacion. Muchisimas gracias por tu comentario, por tus animos y tus palabras. Y si, dias tontos los hay, en casa, o en el otro lado del mundo. Un abrazo!
Me encanta tu viaje interior........tanto como tus viajes. Abrazo
Wow! en realidad supiste plasmas tus emociones aquí, para ser alguien que tiene cruzadas sus emociones, tienes el don de expresarlas con las palabras 😀
Tus posts son geniales, pero quisiera leer un poco más sobre las experiencias personales que compartes en el viaje, situaciones bizarras o sociales. Me encanta esa parte de todos los blogs.
La verdad es que es increíble la manera en la que te expresas; me has dejado sin palabras. Y no sólo eso, me has hecho llorar, y mucho. Me exactamente lo mismo que a ti; al final somos tan incoherentes, que muchas personas se enfadan por no entendernos... Lo que no entienden es el sufrimiento que nos acarrea esa situación.
Sigue así, me encanta leerte.
No suelo comentar ningún post, aunque los leo todos desde que te conozco, pero con este no puedo mas que felicitarte, por tu valentía y por tu don de palabra, por haber sabido plasmar con letras algo tan complicado como un sentimiento, y por hablar de una realidad de muchos de los que huimos de las emociones. Gracias por tus aventuras. En lo personal, haces que me sienta orgulloso de haberte podido conocer.
Recién hoy leí este post. Increíble como pusiste en palabras Muchas emociones que yo vivo. Te felicito. Yo no fui tan valiente como vos, me fui de viaje pero me asuste "no pude" mantener la sonrisa a pesar de la tristeza.