Ahora que ya me fui, soy consciente de este amor inesperado. Soy consciente de cómo, sin saberlo ni entenderlo, me fui, poco a poco, enamorando de Guatemala.
Hay muchos amores. Hay amores físicos, emocionales o psicológicos. Amores intelectuales. Amores platónicos. Hay amores que te descolocan, que te hacen reír, que te sacan de tus casillas, que te vuelen loca. Hay amores intensos. Apasionados. Incontrolados. Otros dubitativos e indecisos. Hay amores que viven sin tiempo. Amores que no entiendes porqué nacen en ti, y, otros, que no comprendes porqué no lo hacen. Hay amores reales, auténticos, sencillos. Amores inmediatos. Amores que hay que trabajarlos. Hay amores cambiantes y tóxicos. Que te engañan, que te hacen daño, que se ríen de ti. Hay amores que te dan todo lo que quieres, otros, solo pueden darte todo lo que no quieres y otros que no te dan nada. Hay otros que, a veces, sin sentido, sin razón, te lo quitan todo. Hay amores que, a pesar de amarlos, te gustaría cambiarlos. Mejorarlos. Hay amores que te enamoran en ese pequeño atisbo de sinceridad. De realidad. Aunque (o porque) casi siempre (te) mienten. Hay amores que más que amores son desamores y que, lamentablemente, no puedes dejar de quererlos.
Hay amores así y hay, también, amores que son todo eso. Una mezcla de sentimientos indefinidos, incoherentes y mezclados. Amores que no sabes si son amores. O desamores. Amores que empiezan despacio y que van in crescendo.
Y así, algo confusa y complicada, pero apasionada, fue mi relación con Guatemala. Así, poco a poco, y sin saberlo, me fui enamorando de Guatemala.
AMORES Y DESAMORES EN GUATEMALA
La atracción me suele llegar de forma inmediata. Una imagen, un olor, un tacto o una sensación. Cuando algo me gusta, lo detecto, lo veo, lo huelo. No sé, lo siento. Mi cuerpo se pone alerta, mi mente se abre y los sentidos se me disparan. Como que todo se prepara. Todo me gusta más e infravaloro aquellas cosas que normalmene no soportaría. Les quito importancia, las minimizo y me enfoco en aquello que me encanta.
Me sorprendió de primeras, me gustó, pero no me enamoró. A pesar de llevar siete meses fuera de casa, al principio, me sentí novata. Perdida, engañada y saturada. Desentrenada. Me sorprendía ver tanta gente, tanta venta, tanto ruido y tantos coches. De la calma y el semi-anonimato que sentí en Belice allí no quedaba nada. Me sentía observada y, porque no decirlo, un dólar con mochila y patas. La frase "A como es el sapo, es la pedrada" tan escuchada en Guatemala se me repetía incesablemente en mi cabeza. A como es el turista es el precio que paga. Y a mí, creo, al principio me confundían con un sapo grande.
Guatemala me llenaba de impotencia. Nuestros ritmos no se acoplaban. Me sentía incómoda y, por sentirme más cómoda, busqué opciones que no me parecieron (tan) emocionantes.
Pero poco a poco empecé a entrar en calor. Con amabilidad, sonrisas y conversación, el guatemalteco se divierte y quiere comenzar a hablarte. La timidez se convierte en curiosidad, preguntan muchas cosas y les gusta contarte. Entienden que no eres una turista que se mueve rápido de un lugar a otro sin interesarse e intentan ayudarte Al ir entendiendo me fui sintiendo más cómoda, cada vez más segura, cada vez más incluída.
Y me fui enamorando de Guatemala.
De sus puestecitos de comida, del ritmo, del ruido. De tanta gente en la calle, de sus miradas desafiantes convertidas en sonrisas tras el primer saludo. Me (re)acostumbré a negociar y a, palabra tras palabra, sacar el precio real. Entendí, y acepté, que sus precios raramente son los míos si no voy atenta y aprendí, también, porque qué remedio, a reírme de ello. Me gustaron sus mercados, algo locos y agitados. Cientos de puestecitos iguales, de señoras que pases las veces que pases por delante, te ofrecen lo que tienen. De sus grandes montones; de piñas, tortillas o salchichas.
Me fui enamorando de sus paisajes. No esperaba nada especial de Guatemala y al principio no me pareció para tanto. Sin embargo, me fueron sorprendiendo. Guatemala es el país de los volcanes y me confieso una apasionada. Guatemala es embellecer con volcanes una ciudad, un lago o un cementerio ya bonito (y sí, encontrar un cementerio bonito y colorido en Guatemala es sencillo). Y esa es ya, de por sí, una buena razón para amarla.
Me enamoré de la tradición, tan conservada, que me fue sorprendiendo por completo. A cada paso que daba en el país me parecía más único, cada vez más auténtico. En muchas partes del país, las señoras indígenas visten con sus ropas típicas guatemaltecas: huipiles, cortes, bandas y tzuts. De colores oscuros bordados con colores más vivos, todos iguales y tan diferentes. Algunas llevan una especie de delantal y casi todas un tocado en el pelo, sobre el cual acostumbran a llevar cestas o bolsas de gran volumen. Si es una cesta es probable que la bajen cada cierto tiempo, la muestren y vendan algo sabroso por cinco quetzales.
Esta soy yo, se me dio la oportunidad...y no la desaproveché (con esa sesión, admito me enamoré un poco más)
Me enamoró ver a los señores con su traje típico, algo que no siempre es fácil de ver, pero posible, en lugares menos turísticos como Santiago de Atitlán o Todos Santos. Pantalones de rayas, camisa y bolso. Sombrero de paja. Me costó acostumbrarme pero, independientemente del lugar, es muy probable verlos agarrando un machete.
Foto de Marina Quaranta
Me fui enamorando de Guatemala al ir conociendo más de la cultura maya. De sus ruinas, los rituales y lugares sagrados, de sus altares y nahuales. De la gran variedad de leyendas y culturas dentro de una misma y de sus idiomas. Creció tanto que ahora me gusta hasta el notar cómo hablan de mí en una lengua que no entiendo y aunque esté yo bien presente.
Hay algo de amor profundo y real dentro de mi hastío en los autobuses parrilleros, conocidos como chicken bus por los mochileros. Son lentos, contaminantes y una siempre va apretada, porque, y aunque parezca que no, siempre hay lugar para alguien más. Me encantan sus colores y las historias que, siempre, quedan tras cada viaje. Hay tantos, y en todos lados, que sabes que nunca te dejan tirada. Y es una buena forma de acercarte (a veces demasiado) a la gente. Pese a todo lo que dicen aquellos que quieren venderte un shuttle, me parecieron incómodos pero nunca me parecieron peligrosos.
Terminé totalmente enamorada de los sonidos. De sus palmas cuando hacen tortillas que parece que van a arrancar en bulerías. De los señores que gritan en los autobuses, de sus "dele, dele..." y del "pase adelante, bienvenida, pase adelante...". De los cohetes que explotan a cualquier hora del día, y que, al parecer, siempre son previos a cualquier misa. De todos los grupos de estudiantes que, tratando de aprender, todavía desafinan en trompeta. De la marimba. De las canciones tristes de cantina.
Me fui enamorando de Guatemama hasta que me enamoré por completo. Y ahora pasa lo que siempre me pasa. Cuando empiezo a enamorarme, ya es hora de marcharme.
Hola! Qué lástima me da descubrirte hoy, a penas estuviste en mi país y me hubiera encantado conocerte e inspirarme contigo mientras hacíamos couchsrfing :(, pero bueno, nada es por casualidad y espero seguirte encontrando e ispirándome con vos. Yo voy a hacer el reto versión "ultra"... dejo un trabajo como profesional burócrata (inamovible) con sueldo medio y siendo madre soltera de una niña de 4!
Panico! sólo de escribirlo y confesarlo! Me encantaría tu retralimentación... porfa agradecería si pudieras ponerme en contacto con otras madres nómadas si las has conocido :)... quiero aprender de inversión (afortunadamente me retiro con plata que quiero invertir), tambien si has encontrado mejores formas de monetizar tus viajes me encantaría que me contaras.
Qué gusto descubrirte en mi búsqueda.
Abrazos chapines para que no extrañes mucho 😉
Lucia
Ánimo con esa nueva experiencia!!!! Suerte que llevas plata para monetizar o invertir. Lamentablemente no puedo ayudar mucho con eso, ahí dependerá de qué es lo que quieras hacer. Sí te recomiendo, desde mi humilde opinión, que la inviertas en algo en lo que creas. Un abrazo y buenas rutas! Ya contarás como fue, me encantaría compartirlo en el blog! Un abrazo!
Precioso relato, dan ganas de visitarla.
Buen viaje!
No deberías perdértela Giorgio. Guatemala es un país único. Un abrazo!