He dicho varias veces que las viajeras no tienen raíces sino esquejes.
Y qué duro se siente en ocasiones haberse dividido tantas veces. No tener tus cimientos en un mismo lugar, en un cuerpo completo, si no en trocitos, pequeños y grandes, esparcidos por el mundo.
Cuántos huecos.
Qué sensación inexplicable, a veces (sólo a veces), de ser incompleto.
Y quizás mi próximo viaje se trate de eso, de reencuentros. De reconstruirme. De visitar a aquellas personas que aportaron tanto en mi vida. Cambiar los ojalanosveamos por los cuantoteheechadodemenos, quenopasetantotiempo y los tequieros.
Porque, aunque a veces me olvide, aunque los esquejes no sean raíces, también es necesario regarlos para que la planta brille.
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