Cuando lo escuché por primera vez me pareció una cifra increíble. Incomprensible. 53 jugadores de fútbol habían muerto en 2014 a manos de su balón. ¿Acaso no eran conscientes del peligro que tenía un balón? ¿Acaso no conocían las cifras de años anteriores? ¿Por qué no decidieron entonces poner tierra de por medio si conocían las posibles consecuencias? ¡Que se olviden del balón, que dejen el fútbol, y empiecen una nueva vida!
Sin embargo la realidad es otra. La realidad es que a pesar de que los jugadores de fútbol conocían las cifras del año anterior (54 jugadores de fútbol murieron a manos de un balón en 2013) estos jugadores sentían tanta devoción, tanto amor y tanto miedo al imaginarse qué serían ellos sin el balón que seguían jugando a su lado. Conocían los riesgos, pero algo en su interior les decía que no serían ellos los que morirían a manos de su balón, al fin y al cabo, ambos se querían, uno sin el otro no eran nada, y, tarde o temprano, el balón se daría cuenta. Más triste todavía fue la realidad para un 32% de esos jugadores que, armándose de valor y enfrentándose a su balón, decidieron dejarlo. Dejaron el fútbol, dejando en muchos casos a sus amigos y conocidos. Abandonaron su antigua vida. Y, aún así, el balón, celoso por no formar parte de esa nueva vida, se puso en su camino y terminó matándolos. Aunque después de ello, y en muchos casos, se sintiese tan débil que acabase deshinchándose.
Y hoy hablo en números de jugadores de fútbol muertos a manos de su balón y no en mujeres muertas a manos de sus parejas porque parece que es así como, por fin, un caso real, un caso denigrante y peligroso se convierte en viral. Es así cuando por fin las altas esferas parecen darse cuenta del problema y deciden afrontarlo. Eso sí, a su manera.
Los medios y representantes de todo tipo de instituciones claman estos días contra la violencia machista surgida el pasado sábado en el campo del Betis. Y es que quizás un partido del Betis nunca había dado tanto que hablar. Ahora, tras unos gritos inapropiados e hirientes hacia la ex-novia del jugador del Betis acusado de cuatro delitos de maltrato, parece que los dirigentes de este país se echan las manos a la cabeza. Todo son aspavientos y muestras de que a unos les parece más intolerable que a otros. Parece ser que ahora unos cánticos provenientes de una grada ultra de un partido de fútbol son intolerables, y deben ser castigados. Pero permitirme deciros que, aunque por supuesto esos cánticos deben ser castigados, atacando ahí, de nuevo, sólo estaríamos atacando la superficie del problema, olvidándonos del resto.
El resto es que 53 mujeres fueron asesinadas el año pasado a manos de sus parejas y que un 32% de ellas habían denunciado. El resto es plantearse qué tipo de justicia tenemos si un señor que ha sido denunciado cuatro veces por maltrato puede continuar jugando al fútbol como si nada, siendo referente para miles de niños. Preguntarnos qué tipo de educación estamos generando si los hinchas de un equipo (entre los que apuesto había niños menores de 18 años) no dudan a la hora de vitorear cánticos como "olé, olé, olé,... era una puta, hiciste bien" tras un caso de maltrato.
Pero el resto es, sobre todo, educar y concienciar a mujeres y hombres para borrar de nuestras mentes ese pensamiento, casi automático, que nos lleva a culpar a la mujer maltratada, porque algo habrá hecho, por no entender por qué no se alejó o por qué decidió aguantar.
Porque, aunque nuestra mente machista nos ciegue, no, la culpa no la tuvo el jugador. La culpa la tuvo el balón.
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