Hace días que no escribo. No por tiempo, no por ganas, no por no tener cosas que contar. Sin embargo, desde el accidente, me cuesta escribir. Me pongo frente al ordenador y me cuesta contar. Esta Semana Santa viajé a Cracovia en familia, y fueron unas vacaciones algo raras, por lo que me cuesta sentarme y escribir sobre ellas.

No fueron raras en sí, sino en mí.

Me gustó la ciudad, disfruté con mis padres, comimos polaco y vimos lo más representativo de la ciudad. Tomamos chocolate, cerveza y pasamos algo de frío. Nos movimos a los alrededores, paseamos y nos enteramos de muchas cositas sobre Cracovia que no conocíamos.

Sin embargo, me dolía la espalda, me molestaba el ovario y me cansaba con facilidad. Todos los días nos fuimos algo más temprano al hotel porque estaba cansada. Y eso, me truncó un poco la moral.

Tenía planes (nada planeados en realidad) para mayo. Quería coger la mochila e irme, viajar unos cuantos meses. El viaje de Cracovia era como una prueba para ver cómo me encontraba, cómo llevaba la espalda y empezar a pensar, con más ganas, sobre lo que venía después.

Pero mi espalda suspendió la prueba. Cracovia me dijo que no, que no corriese, que mi espalda no estaba preparada.

Así que me toca reposar. Parece ser que tengo un tiempo de reposo relativo, como le llaman los médicos. Un tiempo para pensar en el siguiente paso, que espero que no se alargue demasiado.

Y por eso, supongo que hace días que no escribo.

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