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La vida es como un camino de Santiago

No sé cuántas veces, ya, a estas alturas, habré pensado, dicho y puesto por escrito que la vida es como un camino de Santiago. El Camino como un reflejo de cómo vivimos. Es un tópico típico entre peregrinos, sí, pero eso, me digo, en vez de quitarle mérito le da más sentido.

Me digo que la vida es como un camino de Santiago y que yo, como no podía ser de otra forma si quiero que esta reflexión tenga razón, he probado varios caminos. Algunos los he caminado del tirón, otros por etapas y otros los he abandonado. Por tiempo, por ganas o por otros planes que, en ese momento, me parecieron más interesantes. Algunos sola y otros acompañada, de albergue en albergue o peleándome y retándome con la tienda de campaña. Comencé con los más populares sumergiéndome, poco a poco, en alguno más desconocido. Lo he hecho con las etapas bien marcadas y definidas, otros con una fluidez total de tiempos y caminos y, también, he hecho alguno cortito al revés, para sentirme (por un breve tiempo) totalmente a contracorriente. Y es curioso cómo me hago consciente de que, en casi todos, a pesar de creer que caminaba despacio, al llegar al final del camino, he sentido que había llegado corriendo (Aquí ya escribí sobre la velocidad del Camino).

Señales en el Camino de Santiago Lebaniego
Señales en el Camino Lebaniego

De tanta prueba y error, he llegado a la conclusión de que para mí el objetivo no tiene porqué ser Santiago, pero que para terminarlos (y disfrutar todo el proceso) necesito sentir que el camino es un reto, que sea bonito y que, aunque sola, la compañía no falte. No concibo un camino sin descansos, sin distensión ni disfrute, y mucho menos un Camino plagado de sufrimiento pues sé, he aprendido, que siempre tengo la opción de hacer una pausa, cambiarme de zapatillas o detenerme unos días. No concibo, tampoco, hacer un camino sin preguntarme hacia dónde voy y de dónde vengo, y por qué elegí el camino que estoy haciendo en ese momento. Sé que para caminar necesito ir escuchando mis pasos, mi cuerpo, y, si es a mi ritmo, siempre estoy abierta a las señales que me invitan a cambiar de camino (aunque pocas veces termine por hacerlo).

En este viaje por España en el maletero que (oh, sorpresa) va mutando día a día, me encontré a mí misma cruzando Cantabria, corriendo, para reencontrarme con un amigo al que no veía hace mucho tiempo. Juntos haríamos el Lebaniego, un camino de Santiago que me tentó varias veces pero para el que nunca había sido un buen momento. Ya no eran 40 kilómetros al día, ni sola, ni una ruta diaria ni dormir en el coche. Aparcaría mi Camino en San Vicente de la Barquera para compartir uno nuevo durante tres días (o cuatro, o cinco, o los que el Camino terminase por decidir) para retomarlo después y volver sobre mis propios pasos a descubrir una Cantabria que había dejado empezada.

La vida es como un Camino de Santiago
Cantabria ❤️

La vida es como un Camino de Santiago, me dije una vez más, y esta vez (quizás de nuevo) yo forzaba los tiempos. Esta vez para reencontrarme con alguien, porque ese Camino, esta vez, sólo tenía sentido si era con él. Me haría bien el reencuentro, la compañía y aceptar que no pasa nada por asumirlo. Él, por su parte, no tuvo problemas ni dilemas en apartarse del suyo para compartir unos días. Al finalizar, tres días después, corrió un poquito y tomó un tren para reunirse con otros compañeros que habían seguido caminando. Porque el Camino, él me enseñó, también puede forzarse un poquito si uno sabe realmente lo que quiere.

Ahora, en este España en el maletero que también podría ser una especie de Camino de Santiago encubierto, me he detenido una semana (que podrían ser dos) en una casa de Cantabria colaborando en un proyecto, trabajando en una huerta y reconstruyendo una casa antigua, de voluntaria. Sorpresas que te da el Camino, como disfrutar entre lechugas y tomates, mientras escuchas sus tiempos.

Un voluntariado que, sorpresa, también sabe a viaje.

La vida es como el Camino de Santiago, me digo, intentando enseñarme una lección que todavía me cuesta; puedes seguir el camino marcado, no desviarte y hacerlo acompañada por las personas que el azar quiso que conocieses el primer día, pero también puedes saltarte algunas etapas para encontrar lo que quieres, probar un camino, hacer una variante menos transitada de un día o volver hacia atrás. Aceptar que necesitas una parada, un descanso o estar acompañada. Porque si bien las cosas cambian y el resto de peregrinos avanza... un desvío o una parada a veces es necesaria para llegar a un final que, ya he dicho, no tiene porqué ser el Santiago al que todos van.

Como, por ejemplo, llenarme los ojos de cosas bonitas.
2021-06-20T19:13:03+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

2 Comments

  1. Fidel at 07:59 - Reply

    Por una vez no estoy demasiado de acuerdo. El Camino, sea este el que sea, es lo importante como bien dices. El hablar de camino y que deba ser siempre el de Santiago con lo que conlleva de religión, atraso, lavado de cerebros, etc., no me parece demasiado adecuado. Cada uno lleva su propio camino, que es su vida, esta tiene vericuetos, cruces, sendas sombreadas, y desiertos abrasadores, pero cada paso es siempre nuestro, particular, y lo hacemos con total libertad. Otra cosa diferente es que haya estado condicionado por hechos o personas, pero siempre tenemos la libertad de darlo en la dirección que elijamos. Los hay que tienen un camino casi en círculo, pequeño, sin apenas experiencias, ni novedades, ni sorpresas. Y otros cuyo camino es tan rico y pletórico que parecen 100 vidas condensadas en una sola. Por otro lado hay que saber que ninguno te asegura la felicidad; aunque yo prefiera el segundo. Un fuerte abrazo, caminante (la poesía de Machado es insulperable).

    • Patricia at 15:41 - Reply

      Hola, Fidel! Según tu comentario, lo que entiendo es que, entonces, estamos totalmente de acuerdo. Quizás no me supe explicar bien 😅

      Quise hacer un analogía de la vida y el viaje conuna de las experiencias que muchos de nosotros hace una vez en su vida. Justamente por eso digo que yo he probado muchas formas de vida, también muchos tipos de viaje, que el destino no tiene por qué ser Santiago (tener trabajo estable, una familia...) ni seguir flechas amarillas nuestro objetivo (los estándares de la sociedad).

      Pero ya veo que no quedó claro 😅😅😅 La próxima intentaré explicarme mejor 😂

      Un abrazo!

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