Los mercados parecen no salir de nuestras conversaciones. Aparecen en la tele, en la radio, se habla de ellos en twitter y hasta hay gente que los nombra en facebook. Me ocurre, simplemente, que no me interesan. Son unos mercados que no conozco, unos mercados que nunca he visto. Unos mercados que no entiendo y que ya dudo hasta de si existen.
Con el amor que le tengo yo a los mercados... los reales, entrañables, cercanos, de olor propio y colores vistosos. Y yo.. yo ya llevaba tiempo queriendo hablaros de los mercados flotantes de Can Tho, en Vietnam.
Son las cinco de la mañana, suena el despertador y, aunque parece que nos cuesta arrancar, en menos de 15 minutos ya estamos descendiendo las escaleras del hostal que conseguimos negociar en el centro de Can Tho. La esposa del señor Treat, en contraste con nuestras caras somnolientas, nos espera allí con aire acelerado. Nos íbamos a los mercados flotantes de Can Tho.
La señora Treat, que, pese a las promesas y juramentos de meñique del señor Treat, no habla ni palabra de inglés, nos lleva hasta la orilla del río donde nos espera una barca. Acaba de amanecer, el aire es fresco y, aunque amenaza a lluvia, el tiempo nos respeta. El mercado flotante empieza a pocos metros de la orilla, donde una barca guiada por un sonriente señor se acerca a ofrecenos un café mañanero.
Poco a poco, en barca, la señora Treat, mis dos nuevas amigas madrileñas y yo nos acercamos hacia el mercado. Varias barquitas llevan el mismo sentido que nosotras, mientras que otras se divisan ya en la lejanía. El paseo en barca nos ofrece la otra vista de la ciudad, la más real, la más diaria, la que vive frente al agua.
Conforme va adentrándose la mañana y nos acercamos al mercado flotante comieza a sentirse el movimiento. Los barcos, algunos bastante grandes y otros que sólo llevan la producción familiar, van cargados de alimentos. El intercambio de un barco a otro es continuo. Piñas, naranjas, sacos llenos de a saber qué y todo tipo de frutas y verduras son intercambiadas, al por mayor, lanzándolas de un barco a otro como si fuesen balones.
La gente trabaja duro, sonríe y hace negocios.
Pero hay otro mercado. Uno que nos espera a algún kilómetro más alejado de la ciudad de Can Tho. Tal y como negociamos con el Señor Treat, la señora Treat nos lleva hasta él en barca. Éste es menos turístico. Los grandes barcos cargados con asiáticos de salvavidas naranjas ya no llegan hasta aquí y el espectáculo se disfruta entre locales y alguna otra pequeña barquita con turistas de cámara en mano. El movimiento, las relaciones entre la gente, las mercancías y el entorno es diferente a cualquier otro mercado en el que haya estado antes.
Me siento feliz.
Tras un paseo por unos canales muy bonitos incluidos en la excursión, una parada en una "fábrica" de fideos de arroz y una comida en un restaurante para turistas donde todo estaba bastante caro (pese haber negociado con el señor Treat justamente lo contrario), llegamos de vuelta a Can Tho. "Sólo" son las doce y media, hace sol, estamos cansadas y tenemos un desfase horario importante que nos hace creer que son más de las 5 de la tarde.
Aún así, parece ser que siempre es un buen momento para dar una vuelta por otro mercado, esta vez con los pies en el suelo.
Si viajas a Can Tho: El simpático señor Treat apareció en nuestro hostal al atardecer. La vuelta contratada por 9 dólares por persona duró unas siete horas, pero sus promesas de dedo meñique no se cumplieron: la señora no hablaba inglés y nos llevó a un restaurante turístico donde los precios eran "elevados".
Si tienes algo que comentar... aquí tienes tu espacio