- Del sur de México a Guatemala, Bélice, Nicaragua... ¿llegaré a Costa Rica?

-Conociéndote, no sé si saldrás de México - sentenció mi hermano.

Si hubiésemos apostado algo, mi hermano sería hoy un poco más rico. Han pasado casi 6 meses desde que llegué a México, y aunque soy la primera soprendida, recién salgo de México después de haber visitado únicamente la península de Yucatán. Y salgo porque se termina mi visa, porque con gusto seguiría recorriendo México.

¿Cómo es eso? ¿Todavía no has visitado Chiapas ni Oaxaca? ¡Tienes que ir a Guanajuato, Puebla y Tijuana! ¿Qué te retiene? ¿Qué pasó?

Pues que me atrapó Bacalar.

CASI ME SALTO BACALAR

Como hace bastante que no escribo, os recuerdo un poco dónde estaba. Cuando llegué a México, no tenía un plan fijo, así que llegué a Cancún y, de allí, fui a Isla Mujeres. Admito que ninguna de las dos me gustaron demasiado. No eran mi tipo de lugar, de turismo, y bastante rápido, llegué a  Puerto Morelos. Era un pueblo pequeño, tranquilo y no tan turístico por lo que me dio algo de lo que buscaba, pero tras unos días sentí que quería seguir recorriendo. Vistas mis sensaciones con Cancún e Isla Mujeres, y basándome en lo escuchado, decidí saltarme Playa del Carmen.

Llegué al alabado y amado Tulum. Lo encontré más grande de lo que esperaba, muy comercializado y bastante caro. Algo decepcionada con el Caribe, y viendo que Bacalar me quedaba lejos, me dirigí a Valladolid, donde comencé a disfrutar del México de verdad. Mérida me acogió con una casa Couchsurfing, amistad, fiesta y mucho enfoque cultural, y admito que me resultó algo complicado marchar, pero quedaba tanto México que sentía que no podía pararme en (casi) la primera ciudad.

Sisal y sus flamencos fue uno de los pueblos que más me gustó

Llegué a Campeche pensando en que mi siguiente paso sería Chiapas, pero allí me hablaron (nuevamente) de Calakmul y todo el plan cambió. Selva, ruinas y poca gente sonaba difícil de rechazar. Decidí que iría a dedo a Calakmul (aquí conté cómo llegar a dedo a Calakmul) y de allí, como ya no me pillaba tan lejos, iría a Bacalar. Descansar de la selva, laguna y una escapada a Mahahual, unos tres días y, de allí, cruzaría a Bélice, para llegar a Guatemala y de allí a Chiapas.

Sonaba a un plan.

Aunque siempe se dijo que los planes están para no cumplirlos...

QUÉ TIENE BACALAR

Cuando me bajé del coche que me dio un aventón desde Xpujil, el primer señor al que vi me sonrió y me dio la bienvenida. Tras una cuesta abajo bastante empinada, y dejando una fortificación a mi izquierda, me topé con una hermosa laguna, de diferentes azules intensos que me llamaban a darme un baño. Me sonreí fuerte, me sentí feliz y decidí que dormiría a pie de laguna, en mi tienda de campaña y así pasaría unos días.

Descansaría.

Hacía mucha calor pero no me costaba caminar porque quería encontrar un lugar bonito donde acampar. Pregunté en un par de lados, me sorprendieron sus precios bastante baratos, pero ninguno me convencía para poner mi tienda. Seguía caminando cuando me hablaron y, así, sin pedirlo, me ofrecieron un voluntariado.

Estas fueron mis vistas durante mis primeras 3 semanas, una razón más por la que me atrapó Bacalar

Siendo sincera, no soy muy fan de los voluntariados (algún día me explayaré con esto), pero me ofrecieron un lugar en una terracita frente a la laguna, dos comidas al día y unas horas como camarera. Nunca había trabajado de mesera y me lancé a decir que sí porque era una experiencia que quería tener y me comprometí para dos días. De allí, con una de las chicas, me fui a un parque cercano en la laguna.

Me encantó lo que vi y lo que sentí. El agua tenía la temperatura perfecta, la laguna unos azules sorprendentes y había un ambiente muy relajado e íntimo. Me sentí muy feliz y sentí que quería quedarme. Vicky, que se convertiría en mi amiga, se rió cuando le dije que, por estadística pero sin planearlo, porque siempre me pasaba así, me iría en quince días.

Ella llevaba tres meses y aún no se había cansado.

¿POR QUÉ ME ATRAPÓ BACALAR?

No sé si es fue la laguna, la gente, el clima o las energías que rondan este pueblo (también hablaré sobre ello), pero todo se me dio en Bacalar. Todo fue fácil, bonito e intenso al principio. Sin buscarlo, tenía un lugar donde dormir con vistas a la laguna y viento (importante cuando acampas), comida, propinas y me divertía en un voluntariado que, el segundo día, se convirtió en trabajo.

Desayunaba tostadas de aguacate y tomate a la mañana, me bañaba en la laguna, comía por 40 pesos y trabajaba a la tarde con música en vivo en un ambiente que, sobretodo al principio, me divertía. En pocos días conocí a mucha gente. Era la primera vez que trabajaba en el destino de viaje, que en vez de gastar generaba y que, además, disfrutaba. Bacalar me dejaba claro que se puede trabajar mientras se viaja y que, por tanto, se puede vivir viajando de otras formas diferentes a como lo hacía hasta ahora.

Me atrapó Bacalar porque me ofreció una vida sencilla, amigos, un paisaje del que no me cansaba (ni me cansaría) y me quitó la ansiedad que me caracteriza de que me vuela el tiempo y quiero seguir conociendo.

Y eso, eso nunca me había pasado todavía.

Fotaza de Vladimir Aspiroz de los estromatolitos de Bacalar en uno de sus cursos de paddle board

Y como el viaje también es eso, me dejé atrapar por Bacalar, pues quedarme en un lugar también era una experiencia que quería probar. Vivir en un lugar turístico sin ser tan turista, conocer a gente, hacer amigos, salir en kayak, en paddle, en velero y nadar día sí y día también en unas aguas mágicas. Trabajar, disfrutar, agobiarme y, por qué no, discutir. Tomar decisiones y responsabilidades. Alquilarme un cuarto, comprarme una bici y unas sábanas. Conocer, o intentarlo, cada rincón.

Y no me arrepiento. Ahora ya, fuera de sus garras, comienzo a escribir sobre este pueblo que me acogió durante 5 meses y al que, no tengo dudas, terminaré por volver.