La luna se presenta llena sobre la catedral de Mérida. Es esta luna llena quien me recuerda que ya hace un mes que recorro México. Mi primer mes en México, un mes que me ha pasado tan rápido que apenas soy consciente de ello. Un mes en México y todavía no he salido de esta península de Yucatán que se me hace tan bella, tan cómoda y ya, en cierto modo, tan mía (como si decir eso tuviese algún sentido).
Miro la luna y me sonrío; me gusta México, me siento cómoda. Está claro que es mi primer mes en México, pero está lejos de ser el último.
Cuadro de Tania Cámara Solis expuesto en el museo de arte contamporáneo de Mérida. Me enamoró.
MI PRIMER MES EN MÉXICO
Después de mi primer mes, México me sabe a maíz. Maíz en sopes, tacos, esquites imposibles, mazorcas, salbutes y quesadillas. A maíz de formas que todavía no sé diferenciar o que no sé que existen. Todo maíz se completa con frijoles, con o sin queso, pico de gallo y grandes cantidades de carne. Al pastor, asada, de puerco, cochinita o pollo de corral.
México pica a chile, a habanero o chipotle que se riega en agua de Jamaica y horchata, o con bien de cervezas cuando la noche o el momento lo permite. En cheladas o micheladas para los mas valientes. En el peor de los casos, en agua que, cuando se bebe, es de botella o purificada. En México todo lleva aderezo y hasta la pizza se baña en salsa. Como los bares, de grandes patios y música en directo, de lunas y banderitas de colores sobre las cabezas, donde todo el mundo baila en pareja sabiendo bien los ritmos, los pasos y lo que hace.
Pero también México suena a música folclórica, de guitarras, violines y voces graves que se mezcla con el reggetón que suena en todas las tiendas de la ciudad por altavoces enormes. También suena a España en los 90's gracias a la extraña fijación de los colectivos por Nek, Bisbal o Chayanne. Una mezcla curiosa que te mantiene bailando y tatareando, o zapateando disimuladamente en el caso de los que somos menos rítmicas.
México me huele a pan dulce, a marquesitas y a mar, a mil comidas a medio cocinar. México me suda por cada poro de mi piel este sol que sólo se apacigua con un baño en uno de sus maravillosos cenotes (cada uno diferente, único y hermoso, que te dejan sin aliento) o en sus aguas saladas de mares de aguas tan azules que duelen en los ojos. A veces, y si no tienes tanta suerte, en una de las duchas donde sólo cae agua fría.
El papel de baño nunca se tira en el retrete y siempre hay un cubo donde lanzarlo. Las ciudades están llenas de vochos o viejos seiscientos que adornan las calles, las casas suelen ser bajitas y de colores, sin muchos ornamentos, pero con grandes patios y hay gente que duerme en hamaca. Yo misma lo hice durante algo más de una semana, y, pese a lo que pueda parecer, es bastante cómodo y no es tan fácil caerse si sabes cómo.
Cuadro de Tania Camara Solis expuesto en el museo de arte contamporáneo de Mérida. Me enamoró.
Los mexicanos te sorprenden presentándose con nombre y apellidos, ofreciéndote la mano y el lado derecho de su cuerpo que se funde en algo a medio hacer entre un abrazo y un beso, y que se alarga conforme lo hace la confianza. Si no están cansados de los turistas, cosa que pasa más en la costa, se deshacen en sonrisas, en ganas de conocer más sobre ti y de enseñarte más sobre ellos, sobre su cultura, su comida o sus palabras. Y es que está chido tomarse una chela con una güerita a riesgo de tener una cruda la mañana siguiente. Algunos le llamarán malinchista. Después, se levantarán y te dirán que se van a güixar, que es la palabra maya para mear, como algo importante que tienen que compartir con el resto de la mesa. La cultura maya se respira en el ambiente, se escucha en el idioma, se palpa en el acento y en las tradiciones.
En el odio y el amor todos coinciden que la vida es más intensa, y que sí, que algo tienen que ver con las telenovelas. Aunque nadie especifique quién hizo a qué, o si fue al revés.
Pienso en que sólo llevo un mes en México y me sonrío, por todo lo que todavía no sé, y todo lo que me queda por conocer.
Yo quiero saber si trabajas en los lugares que visitas, porque me encantaría viajar pero me da miedo ese tema no poder trabajar y tener que volverme pronto!
Una Pamplonica que te sigue por esos mundos. Disfruta de ese maravilloso país y seguimos colgados de tus experiencias.
Qué lindo recibir un mensajito desde Pamplona! :*
Soy seguidora de tu blog desde hace tiempo y no imaginas el gusto que me da que visites mi país y compartas tu experiencia. Como bien dicen en los comentarios, cada región de México es un mundo diferente. Ojalá puedas visitarlo todo poco a poco. Bienvenida!
Gracias por tu mensajito...sigo en Bacalar, pero, quiero conocerlo todo de este país!!!!un abrazo!
Y lo que te falta por conocer!!! México es otro mundo
Imagino que sí! Pero todavía no me canso de Bacalar... 🙂 l
Interesante! No te quedes con la península de Yucatán. Llega hasta Tijuana poco a poco. Verás otros Méxicos. Todo un aprendizaje.
Saludos para México
Lo sé! Pero de momento me quedé "anclada" en Bacalar! Un abrazo!