No hay visita a Río de Janeiro que se olvide de su famoso Corcovado, o como es más conocido, el famoso Cristo de brazos abiertos que bendice la ciudad. Incluso antes de llegar a Río ya tenía en mente subir caminando al Corcovado, sólo tenía que saber cómo. ¿Podía hacerse? ¿Era sencillo?¿Era seguro hacerlo sola?¿ Qué precio tenía? Rasgando informaciones de aquí y allá saqué más o menos lo que quería saber... ¡y me he lanzado a la aventura! Recién regresada y encantadísima con la experiencia, y como no encontré el artículo que a mí me hubiese gustado leer, ¡me pongo a ello!

SUBIR CAMINANDO AL CORCOVADO

Casi todos los blogs que visitaba hablaban de 3 diferentes formas de subir hasta el famoso Corcovado: en tren, en furgoneta o en furgoneta hasta un punto intermedio. Un buen resumen de estas opciones lo ofrece Viajes y Fotografías en su blog. Lamentablemente, ninguna de esas tres era caminando ¿es que no era posible? ¿era muy duro? ¿peligroso?¿llevaría demasiado tiempo? Me iba desanimando hasta que, al fin, vi la luz. Una página hablaba de una trilha con la que subir caminando al Corcovado. No decía mucho, no daba grandes explicaciones, pero se podía hacer y, por suerte, me decía el punto de inicio: El parque de Lage.

El parque de Lage es un parque precioso cercano al Jardín botánico, a apenas 3 kilómetros de Botafogo, la zona donde me alojo, el recorrido dura unas 2 o 2 horas y media y tiene un desnivel de unos 700 metros. Todo indicaba que era seguro, aunque por si acaso me informé con los chicos del hostal. Ambos dijeron que sí rápidamente, que era precioso y que disfrutase mucho.

Y a ello me lancé.

PARA SUBIR CAMINANDO AL CORCOVADO, NO TE OLVIDES:

Agua; Super importante. Llevaba un litro de agua y, por si las moscas, decidí comprar un litro y medio más. Me sentí una loca, pero con el calor, la subida y el esfuerzo... me acabé casi toda

Algo para comer: plátanos, galletas o algún fruto seco son buenas ideas.

Zapatillas de trekking o de deporte; si eres una europea media, necesitarás algo más que unas chanclas para subir por esas pendientes (aunque de todo he visto...)

Antimosquitos; me lo olvidé y me comieron los mosquitos, hasta que una amable familia francesa me salvó de la masacre.

Camiseta de cambio o una toalla;  Yo no llevé y no pasa nda, pero sudarás mucho y llegarás a un lugar lleno de gente limpia y no cansada. Quizás te apetece estar más presentable.

Cámara de fotos; Imprescindible para capturar unas vistas impresionantes.

Una vez llegas al parque de Lage, te das cuenta de que estás en un lugar especial. Es un parque muy verde, muy bonito y en el que se halla la escuela de artes visuales de Río, un edificio blanco con una piscinita que refleja el Corcovado. En la parte trasera de este edificio está el camino que has de tomar si quieres subir caminando el Corcovado.

El camino es de piedra, rodeado de una vegetación verde y con una ligera inclinación. Una inclinación que, por otro lado, ya no se perderá en todo el camino, si no que irá creciendo según ascendamos.

Tras unos metros, nos encontramos con la cabaña del parque, donde tomarán tus datos y te mostrarán un mapa. Al parecer, al menos tres franceses iban por delante.

Y comienza el camino. Frente a ti un buen trekking de dos horas de continua subida. Con el calor y el esfuerzo el cuerpo comienza a transpirar. El camino es bastante llevadero hasta pasada la tercera "cascada", donde comienza realmente la subida.

Es en esta tercera casacada, donde se encuentra la segunda, y última, zona de descanso, por lo que he decidido pararme un momento. Había dos personas, las primeras que me he cruzado, y me ha hecho ilusión. Aunque al principio he pensado que debían ser los franceses, inmediatamente me he dado cuenta de que no era así y de que no era bienvenida. Es lo que tiene el instinto. La señora me miraba de forma seria a pesar de mis intentos por interactuar y el chico apenas me miraba. Tras ofrecer parte del plátano que me comía y comérmelo yo tras el rechazo, he sido consciente por la breve conversación que hemos mantenido de que ellos dos vivían ahí.

Admito que he continuado mi camino con cierta sensación de inseguridad, cargada de prejuicios, y malos pensamientos. Subir caminando al Corcovado sola me parecía muy buena idea hasta que he sido consciente de que podía haber peligros que no había barajado. Por supuesto, han sido peligros que únicamente estaban en mi mente, y en mis prejuicios. Supongo que es lo que tiene Río, una ciudad en la que te recuerdan continuamente que no camines sola y que tengas cuidado. Por supuesto sólo ha sido un susto mental ya que  en menos de 15 minutos he alcanzado a una familia que, esta vez sí, eran los franceses.

La subida se pone difícil tras el último descanso y se mantiene así hasta llegar a un punto donde hay unas cadenas enganchadas a la roca. Así que si te lanzas a la aventura de subir caminando el Corcovado... no preguntes si queda mucho... sí, y duro, hasta, al menos, que dés con las cadenas. Eso sí, en un momento dado, a tu derecha, aparecerán unas vistas que harán que todo empiece a valer mucho la pena.

En ocasiones el suelo es resbaladizo, las raíces sirven de escalera, tienes que ayudarte con las manos y parecen no tener fin... pero entonces llegas. A la vía del tren... Y percibes que no estás lejos. La cruzas, y a unos metros, subiendo unas escaleras, ya estás en la carretera. Sales de la selva, sudada, al puro estilo el último superviviente y eres observada por el resto de turistas, que suben ajenos a tus sufrimientos, en una furgoneta cargada de aire acondicionado. Y ya, después de todo lo hecho, sólo queda un paseo.

Ahora sí. Y es entonces cuando lo ves. Has conseguido subir caminando al Corcovado, y todo ha valido la pena.

Porque lo has hecho caminando, porque has convertido una visita en una experiencia y, además, te has ahorrado al menos 10 euros, lo que en un presupuesto medio diario de 15-20 euros es mucho dinero.

El precio de la entrada si subes caminando es de 24 reales (algo menos de 6 euros), mientras que desde abajo va de 37 a unos 67...

Y, en un momento, pasas de la soledad absoluta al descontrol. A las aglomeraciones, el tumulto de gente, los móviles, los selfies y la gente tirada en el suelo intentando acaparar al Cristo. Y a pesar de todo, merece la pena. Qué importa que estés rodeada de gente empujando y gente gritando. Río de Janeiro está a tus pies, con ese paisaje increíble tan característico, y has llegado hasta allí caminando.

¿Parece que estoy sola con el Corcovado? La realidad es otra...

Y no tienes prisas. Y te olvidas de las colas, de las esperas y la gente aburrida de esperar. Vuelves a caminar, pensando que la bajada será coser y cantar...hasta que te das cuenta de que no...que aquello que resbalaba al subir también lo hace al bajar.

Pero con la increíble sensación de ser incapaz de borrar  esa sonrisa de mi cara.

Si dudas sobre tu capacidad física para subir hasta allí, puedes intentarlo primero con el Morro de Urca, que es el monte pequeñito delante del Pan de Azúcar. El Corcovado es unas tres veces esa subida. 

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