Cuando leáis esto, yo ya estaré en casa, rodeada de los míos y recibiendo todos esos abrazos y achuchones que se me han prometido y que tanto he echado de menos. ¡Sorpresaaaaa!

Sin embargo ahora, mientras escribo, todavía es treinta de Noviembre.

Exactamente siete meses atrás, una chica asustada, nerviosa y muy ilusionada pasaba la noche en el aeropuerto de Barcelona esperando un avión que la llevara hasta Bangkok. Siete meses después, esa misma chica espera un avión que la devuelva a Barcelona en ese mismo aeropuerto que la recibió amenazante.

El gran monstruo de letras incomprensibles ya no parece tan peligroso, ni tan grande, ni tan raro. Y es curioso, porque a pesar de ello, esa misma chica todavía tiene algo de asustada, de nerviosa y de ilusionada. El antiguo nuevo destino se convirtió en conocido mientras que aquello que un día fue su rutina se plantea ahora como el siguiente reto. Uno que, como el viaje que comenzaba, aparece misterioso y desconocido.

Y no deja de resultarme poético que todo termine donde y como empezó y que, como la frase que mejor define Tailandia y a los tailandeses, todo sea tan igual... pero diferente.

¿Y qué sientes?

En menos de 24 horas estaré en España. Y estoy nerviosa. Tengo una sensación tan extraña que se me hace difícil expresarla con letras. Siento tantas cosas, y tan diferentes, que sólo puedo analizarlas una por una, sin pensar en mí como un conjunto.

Siento tristeza, el viaje se acaba y con él mis aventuras. Siento alegría, por todas las ganas de reencontrarme con mi familia y amigos. Siento nostalgia, por todos los momentos buenos vividos. Siento ilusión, por todo lo que está por llegar. Siento inquietud, por lo que quizás llegue que no quiero que llegue. Siento tranquilidad, porque el viaje ha terminado y todo ha salido bien. Siento impotencia, por todos los proyectos que quiero empezar ya y para los que necesito un ordenador (¡y tiempo!). Siento orgullo, por lo que he crecido, como persona, como mujer y como viajera. Siento curiosidad ¿cómo será volver? Siento cansancio, a penas he dormido, casi pierdo un vuelo y parece que ahora todos mis recuerdos no pueden parar de revolotear por mi mente. Siento ganas de llorar, desconsoladamente, y de reír a carcajadas... de las que duelen. Siento ganas de gritar, de ponerme a correr, de sacar algo de la energía que ahora sólo explota con el suave movimiento del bolígrafo sobre el papel. Siento gratitud por las personas que el viaje me permitió conocer y morriña por lo que pudo ser pero no fue. Siento miedo de olvidar todas estas experiencias, las conversaciones mantenidas y las lecciones aprendidas. Siento pánico a no poder encontrarlas allá donde vaya.

Y lo que siento, irremediablemente, es unas ganas enormes de abrazar. Y que me abracen. Sentir como el cariño, el amor y la ilusión fluyen de un cuerpo a otro. Llorar y reírme, a carcajadas. No poder hablar de tanta ilusión.

Y siento que quiero volver, pero siento también que, todavía, quiero seguir viajando.