Una llega a la capital de la música y quiere ver todo Viena en tres días.  Quiere hacerlo todo: ver el casco antiguo, leer en los parques, recorrer el Danubio, visitar todos los museos, descubrir los barrios más nuevos, tomarse unas cervezas, comer una salchicha en un trozo de pan e hincharse a tarta Sacher . Pero ¿es posible ver Viena en tres días?

Pues te diré que verla sí, verlo todo no, y te diré, además, que no es recomendable intentarlo. Sin embargo, sé que no me vas a hacer caso, porque somos así y yo tampoco te lo haría. La cuestión es que llegamos a un ciudad y queremos exprimirla al máximo los días que tenemos, aunque eso suponga gastarse un dinero y correr más de la cuenta.

No sé porqué, si por los precios de la ciudad, porque no me encontraba o por las ganas de conocer otros países y seguir adelante, pero yo también quise ver Viena en tres días a pesar de no tener prisa. Así me encontré, después, con ganas de irme de un lugar donde quedarme sentada escribiendo en un parque me parecía un delito con todo lo que tenía pendiente de hacer.

Esto, por supuesto, no tiene porqué pasarte a ti, pero te cuento mis más y mis menos con esta ciudad, la primera de un viaje largo en solitario por Europa Central y Europa del este y mis ganas de comerme Viena en tres días.

POR QUÉ ME GUSTÓ VIENA

Viena es una ciudad grande, con mucha historia y gran patrimonio cultural, museos reconocidos a nivel mundial, parques hermosos con música clásica como banda sonora,  un parque de atracciones histórico y, por si fuera poco, el Danubio cruzando majestuosamente. ¿Se puede pedir más?

Pues yo creo que sí (por eso añado el segundo apartado).

Sin embargo, no se puede negar: Viena es bonita la mires por donde la mires. Respira clase, historia y elegancia. Los edificios, con sus fachadas delicadas de piedra tallada, parecen sacados de alguna película, incluso conforme una se va alejando del centro.  Las partes modernas han sido construidas con estilo, se nota que se mueve mucho dinero, pero todavía hay lugar para lugares sencillos y algo bohemios a la orilla del río.

Es la ciudad perfecta si eres amante de la música clásica, que se respira en cada esquina y no puedes parar de escuchar y ver lugares donde en sus tiempos tocaron tales como Haydn, Mozart o Schubert. Una se siente importante (y al mismo tiempo insignificante) paseando por los jardines de Schönbrunn donde otros pasearon antes.

Me encantó sentir el viento arremolinándome el pelo desde la torre del Danubio, la emoción de la noria gigante en el parque temático Prater y su estilo kitsch y anticuado que parece no haber pasado de moda entre la juventud vienesa y otros tantos turistas, así como salivar viendo todo lo que se ofrecía en Naschmarkt.

Es una ciudad muy segura, muy tranquila donde se ve que hay una alta calidad de vida. Teniendo en cuenta todo el mundo que se mueve de un lado a otro, no da sensación de agobio. Tuve esa sensación de que es una buena ciudad donde, de encontrar trabajo, sería fácil vivir.

Me gustó de Viena que me trajo lindos recuerdos de mi tiempo en Berlín, sentir que el alemán que sentía olvidado afloraba y que, aquí sí, siempre era bien recibido con una sonrisa.

POR QUÉ NO ME GUSTÓ VIENA

Viena me resultó muy cara. Los carteles que anuncian café raramente bajan de los dos euros y medio (siempre uso el café como indicador de precios de una ciudad) y la noche en el hostal más barato en habitación compartida roza los 17 euros (¡mucho más un sábado que cruza la barrera de los 20!). El metro, aunque sin barreras para quien se quiera animar, cuesta 2,40 por viaje, sentarse en un restaurante a comer si vas mochileando no es una opción y cualquier museo o atracción que quieras hacer no baja (nunca) de los cinco euros (si no me equivoco, el palacio de Schönbrunn cuesta 23).

También la sentí muy ajetreada y excesivamente turística. Allí donde no había turistas había muchos vieneses (y apegados) moviéndose de un lado a otro, a ritmo rápido y decidido. Sin lugar a dudas, en las zonas más céntricas había demasiados turistas al nivel de que sentí que era un día festivo... y simplemente era un jueves cualquiera (¡no quiero ni imaginarme en Semana Santa!)

Y no me gustó porque no me encontré. Quizás porque estaba medio enferma, porque era mi primer destino de este viaje por Europa en solitario y eso siempre me influye o porque quise ver Viena en tres días y sentí que no me alcanzaba y quedarme algún día más me suponía un presupuesto que no me apetecía gastar.

CONSEJOS PARA QUIEN QUIERA VER VIENA EN TRES DÍAS

Después de todo esto, y aunque dicen que el consejo es sólo una forma de nostalgia, recapitulo para decirte que es posible ver Viena en tres días, pero que mi consejo principal sería que no intentes alcanzarlo todo, porque acabarás agotada y con el sentimiento de que no viste nada (a pesar de haber visto mucho).

De ser posible, viaja entre semana o fuera de temporada alta y, una vez allá, vigila dónde te sientas si no quieres terminar pagando 5 euros por un capuccino o una cerveza.

Decide qué es lo que más  te gusta en un viaje, qué quieres ver en esos tres días en Viena y no seas demasiado ambiciosa. Todo lo que venga después, bienvenido será.

Si eres de las que te gusta ver todo con poco tiempo, aunque sea de paso, en Viena existen esos autobuses que te enseñan toda la ciudad, te cuentan la historia y te bajas en el lugar que deseas. La verdad es que no te cansas tanto como andando. A pesar de no ser mi estilo de viaje, en esta ocasión, gracias a Vienna Pass tuve el beneficio de tener prácticamente todos los atractivos de la ciudad incluidos y mentiría si no admitiese que disfruté como una enana. Sin embargo, tampoco voy a mentir, es una tarjeta algo cara y que moviéndome en el presupuesto que me muevo no compraría, pero según tu presupuesto, el tiempo que tengas para visitar Viena y qué es lo que te interese hacer allí merece la pena.

¿Cuándo merece la pena el Vienna Pass?

El Vienna Pass incluye casi todo: muchos de los museos de Viena (que son buenos y bastante caros si los compras individualmente), los autobuses Hop On Hop Off (tienes 4 rutas muy interesantes), un paseo en barco en el Danubio, la entrada al palacio de Schönbrunn, un paseo por el Ring de la ciudad en un tranvía turístico, la torre del Danubio o la Noria Prater entre muchas otras actividades.

Ninguna de estas actividades son especialmente baratas y si en tus tres días en Viena vas a hacer al menos 2 de las cuatro primeras y alguna de las 3 últimas, el Vienna Pass te merecerá la pena, de otra forma terminarás pagando más dinero y harás más colas.

Si no te gustan los museos, no quieres montar en autobús por la ciudad ni te interesa el paseo en barco por el Danubio, el Vienna Pass no es para ti.

Aquí encontrarás toda la información que necesitas para decidirte, o no, por el Vienna Pass.

MI CONCLUSIÓN SOBRE VISITAR VIENA EN TRES DÍAS

Viena es un acierto seguro en una escapada de tres días. Con un buen mapa o una buena planificación puedes conocer parte del centro histórico, su palacio de Schönbrunn y visitar algunos museos. No conozco a nadie que no le haya gustado. Sin embargo, ten claro que vas a gastar dinero, que no es un destino mochilero, que (al menos en mi caso) no conocí a otras viajeras solitarias y que es muy turístico, por lo que eso de descubrir rincones secretos no existe.

Ahora sí ¡la decisión es tuya! ¿Te animas a visitar Viena en tres días? ¿o ya lo has hecho? ¿Qué opinión te mereció?