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Volver a casa después de estar fuera

¿Cómo es volver a casa después de estar fuera? ¿Cómo te sientes?

Hace cuatro días que he vuelto a casa y todavía tengo mi mochila por deshacer. Mentiría si dijese que es algo que me importa. Admito también que es algo que me pasa a menudo. Vuelvo, y dejo ahí mi mochila, a la izquierda de mi cama, escondida pero presente. Y la dejo ahí, para no verla, y para que no moleste. Para no deshacerla. No sé por qué lo hago, si es procrastinación, falta de tiempo o que me he cansado de ella y no quiero ni volver a tocarla. Quizás no quiero dejar de verla. Como si todo el proceso de quitar la ropa y ponerla en el armario tuviese que ser algo lento, un proceso de transición progresivo.

Es raro volver a casa.  Y tan normal.

VOLVER A CASA

Cuando llegué a casa esta vez no hubo sorpresas, lágrimas ni mi plato favorito. Había pimientos asados, lomo, queso curado y membrillo. Cosas normales, pero cosas normales que había extrañado. Estaba en casa. Todo era tan normal que tuve la sensación de que volvía de pasar un fin de semana en Tarragona en vez de volver tras pasar 9 meses al otro lado del charco.

Y no estuvo mal. Al fin y al cabo, ¿no era justamente esa normalidad lo que buscaba?

Volver a casa y la tranquilidad de estar en casa.

Tras cenar algo y charlar un poco con mi hermano y mis padres, fui a acostarme. Al día siguiente todo el mundo madrugaba y yo quería hacer muchas cosas. Me acosté a las 12, a pesar de que eso supuestamente iba en contra del reloj interno sudamericano que había llevado el último tiempo donde serían las 7 de la tarde. Me dormí sin problemas.

Estaba en mi casa, en mi cama.

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La misma noche que llegué a casa publiqué esta foto en mi página de Facebook. Fue maravilloso recibir la respuesta que obtuve.

Disfrutando de esa comodidad y ese placer que tanto eché de menos me dormí en un segundo. Me despertó mi hermano a la una del medio día. Volvía de trabajar, esperaba tener alguna comida de sabores argentinos preparada y me encontró así, con las persianas hasta arriba, el sol entrando en mi habitación y yo más dormida que nunca. Llevaba 13 horas durmiendo, tuve mil sueños extraños, pero no me dolía nada.

Me levanté riendo.

Todo se siente tan normal que a veces siento que nunca me fui. Que todo fue un sueño. Y me da miedo que lo vivido se pierda en algún lado de mi mente como si nunca hubiese existido. Todo toma menos importancia ahora. Como si la distancia también te enseñase que no debes enfrascarte en debates internos interminables. Como si diez horas de viaje en avión pudiesen eliminar de un plumazo los agobios, aprendizajes y atascos de la mente del último mes.

Sin embargo, a veces, todo es tan raro, que siento que nunca pertenecí a aquí, y que mi cabeza está allá, al otro lado del mar. Como si yo realmente me hubiese quedado allá, y ahora sólo ocupase un cuerpo que se mueve con torpeza, y que no me pertenece. A veces, me bloqueo. O me abstraigo. No eschucho. Otras veces me siento espectadora de mi propia película, o saludo a ese sentimiento de no pertenencia tan particular. Ey, ¿cómo va? Tú y yo ya nos conocemos.

Pero me dura poco. Son momentos. Flashes. Y enseguida vuelvo al presente, al aquí y ahora. Al saber que estoy aquí porque es lo que quiero, confirmándome que estoy de paso.

Visité a mi hermana y abracé, por fin, a mis sobrinos. El grande, de cuatro años, respondió al interfono y gritó contento al saber que era yo, salió corriendo por el pasillo y se lanzó a mis brazos. No miento si digo que ese abrazo a mi sobrino fue uno de los momentos más felices del regreso. La peque, de un añito y tres meses, no me reconoció. Yo tampoco a ella, que ya camina, sonríe y entiende todo. Ya hasta dice algunas palabras. Algo me pinchó en el interior, pero la abracé, le di un beso y le prometí que me verá mucho durante todo el tiempo que esté por aquí. Cuando me fui después de pasar unas horas con ellos, la pequeña hasta me tiró un beso de despedida. Por suerte, aunque cambien y crezcan, aunque "desaparezca" por un tiempo, parece ser que tampoco cambian las cosas con ellos. Todo sigue normal.

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En este tiempo, mi sobrino ha aprendido a dibujar y a escribir. ¿Me lo como?

Todo sigue tan normal que me parece raro.

Al día siguiente tuve la ansiada boda de mi amiga. Nos conocemos desde pequeñas, hemos compartido mucho, y me apetecía muchísimo estar en su boda. Disfruté de verlas a todas reunidas. No es algo fácil y poder abrazarlas a todas (y todos) en un mismo momento me llenó de alegría. Todo seguía tan normal que me encantó sentir que no me había marchado.

Me vestí de gala, como se hace para estos casos, y aunque me veía guapa, no me encontraba. Me sentía disfrazada. Pasé de estar durante 9 meses con la misma ropa, en su mayor parte unos leggins y zapatillas de deporte, a verme con un vestido azul de plumas, medias y zapatos de tacón. El pelo recogido y algo de maquillaje. Esa no era yo. ¿Pero quién soy?

Antes de la misa me tomé una cerveza que no terminé,  y no pude evitar pensar en todas esas cervezas que no me tomé en el viaje pero que deseé. Qué derroche. En el aperitivo de la boda disfruté comiendo. ¡Había ahí tantas cosas que me encantaban y que había echado tanto de menos! El mejor salmorejo que he probado, un delicioso jamón y un buen salmón. Había sushi, pulpo y una paella de marisco maravillosa. Me resarcí de todo lo que añoré, comí sin precaución, sin pensar en dinero ni en si tendría hueco para comer lo que vendría después.

Disfruté.

Pero el después llegó, llegó la comida y apenas tenía hueco para un alfiler. Comí lo que pude y dejé la mitad. Media lubina y medio solomillo volvieron a cocina sin ser aprovechados. Algo me dio un pinchazo en mi interior al recordar como, hace menos de cinco días, pedía para llevar las sobras del plato más barato que había en el restaurante. Con esos cuatro euros gastados también tenía la cena. Ahí, ahora, platos riquísimos iban y venían y yo no podía comerlos. Nada (me) tenía sentido. Cuánto contraste.

Todo es tan normal. Tan como siempre. ¡Qué sensación! Necesitaba estar como siempre. Descansar. Ver a mi gente. Abrazar a mis abuelas que siguen fuertes, aunque mayores.

Recordar. Asimilar. Valorar.

Aceptar y disfrutar de estos sentimientos extraños. Divertirme con que todo sea tan normal que me parezca diferente. Disfrutar de volver a casa, saber que ya he vuelto de un viaje largo antes y que estas sensaciones se superan, tanto, y tan rápido, que en un momento llegas a echarlas de menos.  Y disfrutar de volver a casa, de cada sensación y situación normal, sabiendo con seguridad que, como indica mi mochila presente y escondida, esto no es un punto y final sino sólo un punto y a parte.

2016-10-21T13:40:13+01:00

About the Author:

¡Hola! Soy Patricia. Viajo sola desde 2014, cuando cargando mil miedos en mi mochila dejé mi trabajo en una farmacéutica y me marché al Sudeste asiático sin billete de vuelta. Ya he recorrido sola 4 continentes. Enamorada de viajar sola, lento y a dedo, y luchando por sentirme cada vez más libre, ahora me dedico a animar a otras mujeres a hacer lo mismo siendo cabeza y manos del blog Dejarlo Todo e Irse.

One Comment

  1. Carlos at 20:51 - Reply

    Hola amiga un gusto en conocerte, te seré sincero hoy empece a leer tu vlog, y bueno siendo sincero no quise leerlo todo, no se como explicarlo, pero al leerlo sentí que perdería la emoción y la aventura de hacer mi viaje. Leí tu comienzo y el final de tu vlog. Y sinceramente me has inspirado, en estos momentos me siento como tu te sientes, en cierta forma como si no perteneciera aquí, aunque amo a mi familia, tengo esa extraña sensación que no pertenezco aquí, y que quisiera encontrarme a mi mismo. No se, volver a empezar y poder viajar, conocer, y principalmente conocerme a mi mismo. Me identifique contigo mucho ya que no tengo idea ni la mas remota idea de que hacer con mi vida sabes. Por supuesto aun tengo 18 apenas comienzo mi vida dicen muchos, pero siento tanta presión, de Estudiar en la Universidad, después conseguir un trabajo, y bla bla bla, pero que tal si no he encontrado algo que me guste, e incluso si realmente quiero ir a la universidad. Entiendo que bueno, no quiero ser un vago, pero quisiera poder comenzar un viaje como el que tu hiciste, me inspiraste, tal vez así pueda encontrarme a mi mismo, y luego encontrar alguna pasión, que siendo sincero me hace falta. Solo quiero agradecerte, y si tuvieras algún consejo para mi te lo agradecería bastante. Se que el vlog iba dirigido a mujeres, pero incluso hombres necesitan encontrarse a si mismos. Y realmente te admiro por lo que hiciste. Quisiera saber que sigue para ti, que harás ahora que ya estas de vuelta, cuales son tus planes a futuro, cual es el siguiente capitulo.

    Espero poder volver a leer de ti, y te deseo lo mejor, te admiro por el logro que hiciste, y sigue adelante, besos

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