¿Vuelves a casa por Navidad?

Le preguntaba yo a Cristina en algún lado de Brasil. Yo volvía a casa, no era ningún secreto que tras 9 meses trotando por Sudamérica lo necesitaba. Hacía meses que echaba de menos a mi familia y un poco de descanso. Además, simpre ha sido una tradición escrita. Una seguridad. Una confirmación para mis padres de que en esas fechas, hiciésemos lo que hiciésemos y estuviésemos donde estuviésemos, nosotros, todos sus hijos, nos juntaríamos en casa por Navidad.

Ella no estaba segura. No lo sabía. Al oírme hablar a mí, y verme tan feliz por volver le entraron ganas. Pero no. Ella no tenía esa necesidad de volver. Le gustaría, pero sabía que después le apetecía continuar su viaje al otro lado del charco. Su viaje todavía no había terminado. Volver para tan sólo 10 días quizás era un gasto innecesario. Habrá otras navidades. Otras fechas. Otro momento.

Es gracioso ver un Papa Noel sudoroso a 35 grados. ¡Pobrecitos! Debería estar prohibido... No tiene sentido ¿por qué nos empeñamos en poner nieve falsa cuando aquí en esas fechas nos movemos en bikini? ¿te imaginas?  Me decía una amiga argentina.

Post-navidades en bikini en Brasil

Y no, no me imaginaba. Porque yo quería volver. Porque a pesar de que, seguramente, tampoco mi pueblo se llenase de nieve, me gusta que en Navidad el frío me golpee en la cara. Las conversaciones anuales, el quejarte de tanta comida. Comer y cenar a mansalva. Tomarme la primera copa de champán del año congelada con mis amigas en la plaza. Aunque no me guste el champán. Ver la cara de mis sobrinos esperando a los Reyes Magos, tintineando de frío (y en parte de miedo) y que al Rey tanta capa le sirva de algo.

Carreteras del norte de Navarra en diciembre

El año pasado escribí sobre viajar sola en Navidad, algo que yo nunca he hecho, y que, sinceramente, no sé si alguna vez haré. Cuatro amigos blogueros me contaron aquí cómo pasaron sus navidades solos al otro lado del mundo. Coincidían en que no estuvieron solos y pasaron una noche diferente. Una experiencia. Pero, si el dinero no fuese un problema, un bien escaso, ¿hubiesen vuelto a casa por Navidad?

Abro el facebook y escribo a Cristina.

He visto circulando en la red un concurso en el que puedes ganar un billete para volver a casa por Navidad y después continuar tu viaje. Hazte un video de esos tuyos de españolas en el mundo, quizás tienes suerte.  Mi voto lo tienes =) Eso sí, si el año que viene sigue el concurso ¡espero tu voto!

Hoja en el Bosque de Orgi, Navarra

Y entonces, suena Michael Bublé en el mercado y me doy cuenta de que ya es Navidad. Me recuerda también que ya hace más de mes y medio que volví de mi viaje. Que estoy bien aquí, que estoy tranquila y que el tiempo me pasa deprisa.

Pronto pondrán las luces de Navidad.

Ayer me di cuenta de que esta semana se me había escapado de los dedos.  Sin agobios. Sin tiempo para aburrirme. Me empiezo a acostumbrar o estoy acostumbrada. He vuelto y, sin embargo, al contrario que cuando volví, empiezo a preguntarme qué quiero hacer. ¿Y ahora qué? Qué va después.

Y no lo sé.

Por eso me encanta la Navidad. Porque son unos días de parón. Previsibles.  De famlia, de comidas y reencuentros. De respirar. Y procrastinando me digo, que esas decisiones tocan después. En otro momento. Porque lo que venga vendrá pero yo,  de momento, estoy en casa por Navidad.

Calles de Olite en Navidad